No es país para palomas
La campanita del WhatsApp sonó; la información que me llegaba en ese momento me hizo
tener un ataque de ansiedad. En este mes de septiembre ha sido colocada una jaula trampa en el aviario del parque Isabel la Católica para capturar palomas, presuntamente y según
información consultada en RR SS, por la nueva empresa contratada para el mantenimiento del aviario. A este lugar, los rescatistas llevábamos a nuestras aves, aquellas que con nuestro tesón, y sin ningún tipo de ayuda económica por parte de las administraciones, sacábamos adelante para finalmente liberarlas en esta especie de "santuario". Un par de años atrás rescaté a un palomo caído del nido, le proporcioné asistencia veterinaria y lo tuve en mi casa durante tres meses, en los cuales se convirtió en un compañero; me seguía a todas partes cual perrito, se dormía plácidamente en mis piernas y adoraba las caricias. Sin embargo, un piso no es lugar para una paloma, por lo que en cuanto creció lo suficiente y pudo volar sin complicaciones, decidí que el aviario del mencionado parque sería el lugar ideal para que fuera libre, conociera a otras palomas y, en definitiva, pudiera llevar la vida que cualquier ave merece. Es difícil describir con palabras lo que siento al saber que ahora ha podido ser presa de la crueldad humana, y terminar enclaustrado junto a sus semejantes en una jaula, cuyo destino ya todos podemos imaginar cual será. La captura de aves urbanas es intolerable en cualquier ámbito, pero hacerlo en un parque, en un aviario, en un lugar de refugio para aves rescatadas, es un despropósito aún mayor. ¿Ya no es el parque un lugar para las palomas? Es aberrante que este sea el método empleado para controlar la población de aves urbanas, lo cual nos aleja cada vez más de parecernos a nuestros vecinos europeos y convierte a Gijón en una falsa ciudad "pet friendly". Dejen a un lado la hipocresía, la desidia y la crueldad, y abracen una gestión ética. Si no quieren hacerlo por las aves, al menos háganlo por las personas que nos dejamos la piel ayudando a estos seres, por si se les había olvidado, sintientes. Somos los segundos damnificados, después de las palomas, de estas prácticas que nos anclan a un siglo que difiere mucho de ser el presente, y a un país al que cínicamente nos atrevemos a denominar como "desarrollado", eliminado el "sub" que, por lo que parece, y a tenor del trato dispensado a los animales, sería el que realmente nos describiría como nación.
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