La conciencia de obrar bien
No quisiera resultar pesimista cual Jorge Manrique en las "Coplas a la muerte de su padre", entendiendo que "todo tiempo pasado fue mejor", sino todo lo contrato, aspirar a que los tiempos futuros sean mejores, pero para ello hay que partir de la realidad actual para, analizando sus méritos y defectos, lograr transmitir los primeros y rectificar los segundos.
Para realizar ese análisis quiero partir de la pandemia del covid-19 o, por mejor decir, de las consecuencias (al menos algunas) derivadas de su surgimiento y ¿superación? Así, creo que uno de los resultados positivos ha sido la concienciación general ciudadana de la utilización malsana del poder público al pretender coartar la libertad individual, aun a pesar del, hasta ahora, insuficiente abordamiento político y judicial de las responsabilidades habidas.
Una de las consecuencias negativas que me gustaría abordar ha sido, por contraste, la minimización de la presencia personal directa, con tendencia creciente a sustituir las relaciones personales, viendo, mirando e incluso tocando al otro, ya no solo por la transmisión de la imagen (videoconferencias, incluso la celebración de la eucaristía) sino por la comunicación a través de correo electrónico o wasap que, al fin y a la postre, no son más que unos sistemas de intercambio diacrónico ("yo te escribo cuando me interesa y tú me contestas cuando te da la gana") que, naturalmente, desmerecen y mucho la verdadera y real relación.
Este tipo de comunicación se ha extendido no solo al ámbito de la Administración pública (registros electrónicos, sistemas red y pago electrónico de la Seguridad Social, incluyendo la prohibición a profesionales de acceder a las oficinas públicas), sino también al privado (bancos, compañías de seguros...), de forma que lo que en vía de principio y con carácter positivo se presentaba instrumento facilitador para el ciudadano se transforma en dictatorial vía impuesta, limitadora de derechos, causante de problemas y encubridora de negligencia e incompetencia.
El tener que recurrir a la persona conocida o invocar al ángel de la guarda para encontrarse con la persona amable y eficaz (suelen coincidir en ella ambas cualidades), resolutoria de problemas en ocasiones que, sin ser extraordinarias, se apartan del: "... Para... pulse el 1; para... pulse el 2..." y serían fácilmente abordables con la conversión personal, se ha convertido en la solución no deseada ni deseable para superar esa versión siglo XXI del "Vuelva Vd. mañana" del XIX, sin terminar en suicidio, como sucedió con Mariano José de Larra.
Este ha de ser, pues, uno de los objetivos a abordar para mejorar el presente con vistas a lograr un futuro mejor en la atención al prójimo. La solución pasa por educar y educarnos hoy en el servicio a los demás, en la responsabilidad en el trabajo, en el cumplimiento del deber y en la exigencia de estas virtudes a quienes ostentan, en cualquier escalón, comenzando por los superiores, los mandos de gobierno. ¿Es tan difícil?
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