La suerte de mi vida
Mi madre aún se emociona cuando hablamos de mi padre, fallecido hace dos años este 10 de octubre. Se le humedecen los ojos y sonríe con una mezcla entre alegría, tristeza y nostalgia que solo una persona que ha estado incondicionalmente más de 50 años al lado de su compañero de vida puede experimentar. A veces me cuenta que habla sola, pero que en el fondo está hablando con él, y le dice cuánto le echa de menos y lo sola que la ha dejado.
Recuerdo a mi padre en su despacho, rodeado de periódicos, libros, papeles, facturas, sentado delante del ordenador actualizando diarios financieros en sus hojas de Excel. La jubilación no le sentó muy bien. Empezó a trabajar a los 14 años para ayudar en casa con un poco de dinero, porque su madre, viuda, estaba enferma y eran años difíciles los de la posguerra; y tengo la certeza de que no sabía vivir sin trabajar. Aunque sin duda alguna, viendo y viviendo su ausencia y este duelo por el que seguimos transitando mi madre y yo, lo que realmente no sabía era vivir sin su esposa. Creo que si en lugar de irse él, se hubiese ido ella primero, la tristeza y la soledad que sentiría se lo habría llevado poco después, porque ella se encargaba de ser su agenda, su alarma, su enfermera y su motor. Desde luego, hay huecos que los hijos y los nietos no podemos rellenar. Son agujeros sin fondo. Esos agujeros que solo puede dejar el amor.
Qué suerte es encontrar una pareja con la que caminar por la vida, que llene tanto cada parte de tu proyecto, que se convierta en parte de ti, que trascienda a su persona para ser un poco la tuya. Qué suerte al despertar cada día al lado de quien amas y decirle "buenos días" sabiendo que es un día más a su lado. Qué suerte ser consciente en vida de lo que el amor de tu pareja está transformándote y llenándote cada día. Qué suerte haber tenido ese ejemplo en vosotros, papá y mamá. Qué suerte vivirlo contigo, amore.
P.D. Papá, no sé si me lees desde ahí arriba, pero si lo haces, tranquilo, soy feliz (con algún escollo que no acaba de desaparecer, pero que acabará diluyéndose, seguro). Y no voy a dejar de seguir buscando la felicidad; no te preocupes. Te quiero.
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