España vista por un extranjero
Pasé mucho tiempo pensando en algo "cultural". Perdí la semana cultural de la Universidad y evidentemente quería escribir algo sobre algún aspecto especial de España.
Llevo casi once meses en el norte de España y mi diario tiene casi 100 páginas escritas en una mezcolanza del inglés y el español las cuales están manchadas con gotas de vino y café. Tuve que pasar por el tamiz un mogollón de ideas y reflexiones y la cosa no era pan comido. Iba a escribir sobre los españoles y las españolas que he conocido y tengo que decir que son el pan de Dios. España ha sido un lugar de pan y miel y me ha cambiado la vida.
Pensaba en escribir sobre mi estancia en el extranjero, como pan perdido, y me ha transformado la perspectiva de lo que significa ser estadounidense en el mundo moderno y lo afortunado que soy. Quizás he aprendido a comer pan con corteza, no lo sé, tendré que preguntar a mi madre. Iba a escribir sobre las locuras que he pasado, sobre mis observaciones callejeras, la gente mayor, las cosas tradicionales, el contraste entre la arquitectura antigua y moderna.
Podría escribir también sobre la inmensa cantidad de contrastes culturales que hay en España... Pero quería encontrar algo que todo el pueblo español tiene en común, algo verdaderamente cultural de España. El pan.
Una profesora mía nos dijo una vez en clase que España es un país conflictivo. Estoy de acuerdo, cualquier país con tanta riqueza cultural tendrá sus dilemas. He conocido a mucha gente aquí, mucha gente parecida y mucha gente distinta. Estoy seguro de que algunos están en desacuerdo de cómo es la gente de otra comunidad de su país, pero, cuando llega la hora de comer, todos están de acuerdo en que el pan es una gran necesidad.
Se dice que en España no hay tanta prisa como en otros países, pero cuando están a punto de comer y no hay pan, hay prisa por encontrar pan. ¿Sabes cómo comer sin pan? Una chica española me preguntó (con una sonrisa), no con el sentido de que el pan fuera a los dientes sino que sería incomodo comer sin él. Algunos me han llegado a decir que preferían comer sin el tenedor antes que comer sin pan. En España se utiliza muy bien el pan como un utensilio: se coge un trocito de pan y a la vez con el tenedor se une la cantidad perfecta de comida para introducir en la boca. Me llama mucho la atención porque se hace con mucha naturalidad, lo cual lo hace algo muy cultural. Quizás lo complico, pero creo que se ve como mucho más que un alimento.
Muchos de los españoles van con estilo, pues el pan también, y no le importa si algún día va del estilo bohemio u otro elegante, es muy flexible. En las panaderías y bombonerías familiares, donde se compra el pan los domingos, son los lugares donde el pan queda su ropa. El papelito que abriga el pan. Este papelito es único y me refiero a que es único en dos sentidos. Primero por su aspecto artístico y segundo porque cada uno es distinto. Mis preferidos son los que tienen una mítica imagen de una mujer amasando y el hombre cociendo el pan en el horno de piedra. Algunos son muy sencillos y únicamente tienen un par de garabatos, palabras o números, pero otros son más detallados que los pañuelos estampados de cachemira. No puedo imaginar la cantidad de panaderías que hay en España pero flipo al pensar en la cantidad de diseños originales que hay. Cuántas ganas tengo de conocer a un artista que haga los dibujos para los papelitos del pan. Tengo una imagen de un viejo que dibuja con una pluma, debajo de la luz de una vela, rascando su barba de medio metro para provocar ideas y en una chabola de piedra del siglo XIV en una aldea montañera.
Me dicen mis amigos españoles: "Adam, eres muy friki tío." Me meto en las panaderías del barrio, compro algo y después les pido un cacho de su mítico papel. Si me entienden bien, es fácil, salgo ganando, si no, tengo que confesar que tengo una colección de los papelitos de pan y quiero otro para aumentarla. Dejo a los dependientes contemplando cómo cada día los guiris son más raros. Es una cosa muy simple y para la mayoría de la gente el papelito no significa nada y entonces lo tira a la basura.
Aunque el pan del supermercado no viene acompañado del mítico papelito, algo curioso sucede. Los españoles arrancan el coscurro de la barra y lo comen antes de llegar a la caja. Algunos andan por el supermercado con la barra rajada en la mano y dejan subir los vapores aromáticos hacía la nariz. Actualmente lo hago yo. Es blandito, crujientito y calentito, y además, mata el gusanillo.
Ya tengo claro porque se dice "más bueno que el pan". Aunque es una mentira porque no hay nada mejor que el pan. Es histórico, un chollo, va genial con todo y ubicuo. En resumen, es de puta madre. Quizás el pan no es el pan nuestro de cada día, sino contigo pan y cebolla.
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