Una reprobación socialista laicista
Las críticas a la Iglesia católica, a medio de la jerarquía, el buen samaritano –pagan justos por pecadores– no es ultra, de derechas ni de izquierdas, como objetivo prioritario. No son nihil novum sub sole (nada nuevo bajo el sol), sino una afrenta ingrata. Un sinsabor. No saben lo que hacen, ni lo que dicen. Una réplica a la sinrazón. Cada cosa hay que oír de los duros de oído y de mollera, sin el respeto que se merece. Un sarcasmo. Su legado inmaterial es en defensa del hombre, que es digno de misericordia y perdón, a pesar de ser pecado y miseria. La Iglesia, si no existiera, habría que inventarla, algo a lo que se adelantó el Señor. Un buen pedagogo. Porque es un contrapeso contra el desorden moral. El mundo, sin embargo, desprecia y maltrata su misión profética de denuncia y anuncio del Evangelio; una sordera del espíritu. La indiferencia religiosa es una apostasía silenciosa. ¿Os debe algo? Le debéis mucho, siendo agradecidos y no desagradecidos a la Iglesia. Es una barca sanadora que tiene que navegar capeando el temporal –en tiempos de tormenta no hacer mudanzas; no naufragará; todo el mundo mira a Roma en busca de consuelo y de luz– porque se fundamenta en la piedra angular del Espíritu Santo, para defender la ley moral eterna, frente a la aberración del aborto, que mata a niños inocentes –si la progenitora de los socialistas, la cuna que los añó, lo hubiera practicado, ellos no habrían nacido y no se habría perdido nada–. La eutanasia, una práctica nazi, es otro libertinaje. El orden moral está por encima del orden temporal. Los derechos de Dios son antes que el de los hombres. La ignorancia en materia de religión es muy atrevida. Oyen campanas y no saben dónde repican, si son las de la Basílica menor neorrománico de Covadonga –Qué alegría cuando me dijeron vamos a la cueva de la Santina, de excursión; un día de fiesta– o son la imagen aparecida de repente, como gobernadora, la inductora de que los representantes políticos del Principado no acudieran a los actos religiosos. Sin su intervención no hubiera pasado nada. Un lastre. Consejos doy, pero para mí no tengo. Una obviedad. En España, los políticos que tenemos son los que merecemos –por la cultura superficial actual; no sirven al bien común de los ciudadanos, porque no están a la altura, ni están los mejores. Quítate tú pa ponerme yo, sin motu proprio y sin agradecer los servicios prestados a la anterior delegada. Un despido sin despedida. La política es la Tomasa de los títeres, los muñecos del pimpampum que cierra filas para lograr el ruque del pesebre, que siempre recaen los cargos sobre los de su cuerda, con tragaderas agradecidas. Un chinguirito de corrupteles. Un católico no puede votar –Cristo y yo, mayoría absoluta; con Él soy fuerte y no me arredro– en conciencia a ideologías ateas como el socialismo-laicista porque quien lo hace es un católico de mentirijillas; un contrasentido con la fe, que no es ninguna ideología, propia del agnosticismo –un sindiós; un desorden metafísico– incluyendo a muchos curas inconformistas y poco ortodoxos. Creyendo lo que la Iglesia cree, doctrina segura, camino seguro (Santa Teresa). La Iglesia no se le puede aplicar ni funcionar como una Democracia (substantivo), un sistema político creado por el griego Pericles, de gobierno del pueblo (en teoría) pero sin el pueblo, despotismo (sin ilustrar) solo para votar (en la práctica), porque no es una institución terrenal, de tejas abajo, sino atemporal, de tejas arriba. Se la ve como a una multinacional de servicios: bautizos, primera comunión y última, bodas, funerales y para de contar. Por si acaso, levantan falsos testimonios, de patrañas, que huelen a cuernu quemáu, ellos son más. Socialista es sinónimo de revolvín, así que cuidadín. El humo de Satanás se ha infiltrado en la santa Iglesia católica.¡Qué pena me dan!
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