«¿Tu verdad? No, la Verdad»
En una sociedad polarizada, donde la ideologización empaña la trasparencia de la realidad, cada vez es más difícil practicar la conocida máxima de Teresa de Cepeda de andar en verdad, porque hace mucho que la verdad se aleja de la clásica definición aristotélica que nos habla de la concordancia del entendimiento con lo real, en un mercadeo de verdades, donde se ofertan casi tantas como personas, imperando un relativismo a ultranza, por lo que urge hablar de esta virtud para no perder el norte. Ya lo decía Machado en sus "Proverbios y cantares": «¿Tu verdad? No, la Verdad, /y ven conmigo a buscarla. /La tuya, guárdatela».
Cuando la verdad —la que el poeta escribe con mayúscula— alumbra los caminos, las relaciones con uno mismo y con los demás son auténticas, y la concordia se convierte en compañera de viaje. Necesitamos andar en verdad porque, si no, nuestros pies vacilan y el horizonte se difumina sin saber a qué atenernos. La verdad es necesaria para todo, aunque a veces duela, porque solo la verdad nos hace auténticamente libres. Por el contrario, la mentira enreda y se hace cada vez más grande, envolviendo la realidad hasta darle otra apariencia. Me consuela el refrán popular que reza: «Antes se coge a un mentiroso que a un cojo», aunque en el correr de la vida nos encontremos aún a muchos mentirosos sueltos.
También define la sabiduría popular, cuando quiere llamar a las cosas por su nombre, «Al pan, pan, y al vino, vino». Y es muy bueno que cada cosa o situación tenga su nombre y ese nombre responda a lo que es, sin maquillajes ni adornos, sin impresiones o intereses personales, sin adjetivos que eclipsen la objetividad, como sucede en esta «sociedad líquida» en la vivimos donde sólidos pilares como la verdad, el valor de la palabra dada, la honestidad, construidos con esfuerzo por nuestros mayores, apuntan ruina y se hunden, incapaces de aguantar peso.
Sumario: Un término que cada vez se aleja más del sentido que le daban los clásicos
Destacado: Es muy bueno que cada cosa o situación tenga su nombre y ese nombre responda a lo que es, sin maquillajes ni adornos, sin impresiones o intereses personales
Sin embargo, en esta cultura posmoderna, otros son los valores que emergen inconsistentes. Junto a la dictadura del relativismo, convive la posverdad, donde los hechos objetivos se esfuman, pues lo que importan son las emociones o los sentimientos personales en la percepción de la realidad, acallando cualquier barrunto de racionalidad. Es lo que sucede en la vida política, donde escasean argumentos y se agitan ideas falsas, mentiras verosímiles o emocionales, sin el respaldo de fuentes fiables y contrastadas, que luego corren como la pólvora por redes sociales, espacios telebasura, programas políticos, campañas comerciales u otros mentideros del siglo XXI. Ya decía Goebbels —ministro de Propaganda de la Alemania nazi y amigo íntimo de Hitler— que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad.
Asimismo, el escenario de la posverdad cuenta con otros actores principales: la corrección política y la manipulación. Dos obras de Orwell critican abiertamente ambas posturas. En "La rebelión en la granja" nos dice: «Si la libertad significa algo, será, sobre todo, el derecho a decirle a la gente aquello que no quiere oír». Sin embargo, hoy en día se peca de lo contrario, y con tal de halagar el oído, de no contradecir lo establecido por la mayoría, se miente o se engaña hasta conseguir el objetivo. En "1984", la otra obra de Orwell a la que acabo de referirme, el lenguaje se utilizaba como un instrumento de manipulación: una poderosa herramienta de control del pensamiento para construir una realidad adecuada a los intereses ideológicos. Varias décadas después, la realidad descrita por este novelista británico ha sido corregida y aumentada.
Salgamos con el poeta a buscar la Verdad. Es el punto de partida para construir una sociedad más justa y más auténtica, en la que queremos que vivan nuestros hijos y nietos. Urge encaminarse hacia una nueva búsqueda de la verdad. Es preciso recuperar la noción de realidad, desemboscarla de la maraña ideologizante en la que se encuentra prisionera. Apelo a la actitud crítica de cada uno para reflexionar, para cuestionar lo que está pasando y conquistar día a día, con valentía, la verdad, la única que nos hace libres.
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