Paul Di'Anno, excantante de "Iron Maiden", en Asturias
“Iron Maiden” es un grupo que apenas necesita presentación, incluso personas ajenas al mundo del heavy metal saben de su existencia. Auténtica piedra angular del género, reinventores del “sonido metálico” tras el comienzo del declive de los precursores setenteros, como “Black Sabbath” o “Deep Purple”, e influencia total para todos los que vinieron después.
La entrada de Bruce Dickinson en 1981 y la publicación de “The Number of the Best” en 1982 los catapultó a la cima de un éxito del que ya no se apearían, incluso superando la travesía del desierto que muchos grupos del estilo soportaron en la década de los 90 con la irrupción del grunge.
Pero, antes de alcanzar la gloria, el grupo ya se pateaba las salas del West End londinense con un cantante llamado Paul Andrews, pero más conocido como Paul Di'Anno. No tenía la capacidad ni la técnica de su sucesor, pero su voz y porte tenían fuerza y cierta actitud “punk” que configuraron aquella primera época de los "Maiden" y sus dos magníficos primeros discos: para muchos, siguen siendo sus favoritos.
Una vez fuera de la banda, Paul intentó construir una carrera que jamás pudo compararse a lo que había protagonizado en “Iron Maiden” tras deambular por diferentes bandas y proyectos. Quizás el carácter del vocalista, sus adicciones, sus problemas de salud o algunas decisiones controvertidas, como la venta de los derechos de sus canciones por 50.000 libras, tampoco ayudaron.
El 24 de octubre de 2014, el cantante actuaba en tierras asturianas por segunda y última vez de la mano de “Diario de un metalhead” en la desaparecida sala Whippoorwill, con todas las entradas vendidas.
El responsable de la famosa web “Larry Runner” comenta que fue una persona realmente cercana, accediendo a reunirse con algunos seguidores en su camerino, y que su única exigencia fue una botella de Jack Daniels, de la que dio buena cuenta. “También le hacía especial ilusión firmar sus discos al margen de ‘Iron Maiden’”, revela.
Los organizadores trabajaron a destajo y le pusieron un cariño especial para que el evento saliera adelante; se curraron las entradas y carteles más bonitos (y caros) posibles, encargaron púas con un lego diseñado especialmente para la ocasión con la cara de “Eddie”, entre otras cosas.
El éxito conseguido casi queda empañado a última hora, cuando la banda de Paul quedó tirada en la carretera, aunque al final todo se solventó y el grupo pudo llegar casi a tiempo, teniendo únicamente que retrasar media hora el inicio del concierto.
El destino ha querido que su fallecimiento casi coincidiera con el décimo aniversario de su último concierto en Asturias, que a su vez coincidió en su momento con la ceremonia de entrega de los premios “Príncipe de Asturias” (y con la estruendosa protesta frente al teatro Campoamor que para algunos asistentes al concierto sirvió de aperitivo).
Ambos eventos estaban separados por una distancia de solo unos cientos de metros, pero, mientras que en uno se estilaba un ambiente más institucional y protocolario, en el otro, cientos de personas con atuendos más callejeros se consagraban a escuchar los grandes clásicos de los primeros discos de “Iron Maiden” a manos de un Paul que, pese a sus evidentes problemas de salud, sacó adelante el concierto de manera brillante.
La historia del éxito de “Iron Maiden” y de “La nueva ola del metal británico” comenzó a construirse con los dos discos (“Iron Maiden”, 1980, y” Killers”, 1981) en los que Paul puso su talento, voz y, especialmente, su actitud. De la misma forma que lo puso a disposición del público astur en una noche de hace diez años de la que ya solo queda el recuerdo.
Larga vida.
Up the Irons!
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