El cementerio y el Nalón en Valduno
Para Dionisio y Visitación.
Viajo desde Madrid a Asturias, con ganas de llegar a Valduno, de olvidar por unos días una ciudad llena de inquietudes e incómodos ajetreos, y de visitar su cementerio, lugar cuya belleza vuelve a ser para mí casi eterna.
Allí duerme algo de mí y aún es memoria de muchas esperanzas Este viejo cementerio nunca fue para mí perdición y ausencia: desparrama ternura, nos habla, es verdad, de la caducidad de nuestras certidumbres, de muchos ayeres de nuestra historia, pero también de tantas esperas y pasiones; y siempre fiel a tanto secreto. Y, cuando la tarde se vaya apagando, aún oiré el suave susurro de tantos seres queridos en la paz dormidos. Ese cementerio ofrece hasta la paz de estar triste.
A la orilla, el río Nalón, compadecido, lo acaricia con su ternura. A su paso sus aguas se convierten en caudal de noches y de días, de voces y de sueños, en la más bella música de otro tiempo. Lejos del ruido y la mentira, el Nalón sigue soñando el mundo. Todo lo acaricia porque para él nada está muerto. Le acompañan los álamos y los abedules, que no necesitan inventar sueños ni mundos para indicarnos las formas mágicas del alma. En ese cementerio de Valduno, y junto al río, nunca uno está solo. Toda experiencia connota la presencia de lo que se experimenta.
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