¡Vaya "marrón" con el cubo marrón!
Había una vez... una ciudad donde todos sus vecinos separaban la basura. Cada cosa se depositaba en el cubo del color que le correspondiera.
Una ambiciosa campaña había hecho mella en los ciudadanos. El regidor, con fondos europeos, removió conciencias y predispuso a sumarse a la causa hasta los más reacios. No escatimó medios, cuñas de radio, mupis, autobuses, un tríptico repartido por todas las viviendas, para saber qué días y en qué cubos deberían depositar los residuos. Hasta regaló cubos marrones para separar la materia orgánica en las casas. Ardua tarea.
La ciudad era la admiración y envidia de otras urbes.
Los más pequeños educados en colegios. La Universidad concienció a los jóvenes. Los padres se dieron cuenta de que no íbamos por buen camino. Los abuelos rememoraban los tiempos en que los desperdicios eran escasos, todo se aprovechaba, comida de animales, abono, para quemar en la cocina de carbón, aunque también habían vivido el "usar y tirar".
Si alguien está pensando en Oviedo como esta idílica ciudad, creo que está errado. El batiburrillo que observo en los cubos, sean del color que sean, es una miscelánea de residuos que en gran parte nada tiene que ver con las indicaciones que nos dan. Lo que dificulta el posterior reciclaje.
Desde que se ha puesto el cubo marrón el caos es total. Es difícil concienciar a la población. Pero si es conveniente, más bien necesario, habrá que poner más empeño en que salga bien. Todos.
El gobierno de la ciudad debería darle una vuelta y tomar medidas, para que la recogida selectiva sea eficaz.
¡Menudo "marrón" que tenemos con el cubo marrón!
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