"La habitación de al lado" o el "zulo" de Boyero
El pasado Festival de Venecia premió con su "León de Oro" y con un histórico aplauso de 13 minutos de duración la última película de Pedro Almodóvar, "La habitación de al lado". Tras la proyección en el festival, no recuerdo otro momento en el que la crítica especializada y los amantes del cine presentes durante varios días en Venecia no hayan coincidido en aplaudir la última obra del manchego, realizada por primera vez en otro idioma que no sea el suyo... excepto Carlos Boyero.
Todos sabíamos el argumento de la nueva apuesta de Pedro Almodóvar, la eutanasia. Pero "todos" teníamos la necesidad de saber cómo lo abordaba. En mi caso, tras contemplar la renuncia del manchego de atreverse con la vida del poeta salmantino Marcos Ana (quien mantiene el récord de años en prisiones franquistas) y tras haber vivido las sensaciones que me produjeron "Mar adentro", "Millon dolar Baby", "La fiesta de despedida", "Cosas que importan", "Corazón silencioso"... o la inmensa obra de Floor van der Meulen, "Pink Moon" (2022), mi deseo de ver la última apuesta de Almodóvar con dos actrices de lujo ganó en expectativa. Y no me defraudó.
Si a Carlos Boyero no le produjo nada porque: "Me ocurre algo alarmante con el desarrollo de esta película. Y es que salgo de la sala con el mismo estado sentimental que cuando entré. La historia más triste me deja indiferente, no me asalta la emoción en ningún momento, concluyo la historia sintiéndome como un témpano de hielo". Pero no termina así su desprecio a la peli y continúa su profunda descalificación del manchego universal: "Igual es que soy un tarado. O que me parece artificial, aunque pretenciosa (como casi siempre) la forma como está contada, alguien progresivamente artificioso que no me lo creo, aunque desde hace tiempo se dedique al profundo retrato del alma". Demoledor.
Demoledor porque no es fácil encontrar testimonio más desgarrador y agresivo para comentar, opinar o criticar una película. Yo no soy crítico de cine y a mi edad no aspiro a nada de ello, pero llevo más de 60 años aferrado a una butaca de cine, porque el cine me apasiona desde niño. Es la magia del cine lo que me sigue interesando. La magia de una peli que a alguien no le produce absolutamente nada y sale de la sala de cine como un "témpano de hielo" y a otros en cambio nos provoca una furtiva lágrima porque la peli me ha emocionado y me ha tocado el alma. El guion es espléndido y certero. La fotografía de Eduard Grau es excelente. La música de Alberto Iglesias, cada vez más identificado con las sensaciones de los distintos momentos que el manchego consigue trasladar al espectador (suspense, nostalgia, tristeza...). Y, por encima de todo ello o quizás envolviendo su manera peculiar (y única) de hacer cine, de contarnos una historia, aparece el mundo de Pedro Almodóvar, que nada tiene que ver con John Waters o Ingmar Bergman.
"Y para demostrar que sigue siendo el más progresista de Occidente también hay referencias al cambio climático y al siniestro poderío de la ultraderecha". No se me ocurre otro adjetivo calificativo que el de infame para describir lo que he sentido al leerlo. El cine de Almodóvar jamás ha sido un cine social (como el de Ken Loach, por ejemplo); es, si se me permite, un cine intimista. Su compromiso social lo manifiesta públicamente. Todo lo contrario que un embaucador del séptimo arte como lo es Clint Eastwood, capaz de vendernos la eutanasia en "Millon dolar baby" y luego hacer campaña por Donald Trump y defender a muerte el negocio de las armas en su país, director que, para Carlos Boyero, supongo es la hostia de progresista.
"Y me cuesta un esfuerzo ingente recordar con nitidez algo de 'La habitación de al lado'. Salí frío de ella"... No me extraña, porque se había metido en un zulo (obligado). Pero no en un zulo de la última película de Almodóvar sino en el zulo en el que se ha convertido el cine y la personalidad de Pedro Almodóvar para Boyero.
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