La Nueva España » Cartas de los lectores » La buena gente sale de la necesidad

La buena gente sale de la necesidad

2 de Noviembre del 2024 - José Viñas García (Oviedo)

Tengo una teoría personal categórica, creo que las buenas personas salen de la necesidad, no de la abundancia.

En la escasez nos necesitamos los unos a los otros; cuando se vive bien importa un comino el vecino, cada cual se cierra como un fortín en su casa, hasta con perros guardianes, que si te da por entrar en su propiedad te comen vivo. Que cada cual se las arregle como pueda. Como comprenderán, siempre hay excepciones.

Los que tenemos cierta edad nos acordamos de aquellas mujeres y hombres de antaño, no tenían nada, trabajaban día y noche para sacar a la familia adelante, se apoyaban entre vecinos y familiares, recuerdo aquellas libretas en comercios, economatos, carnicerías... donde aquellos enormes comerciantes fiaban para que las familias pudieran resistir y comer para llegar a final de mes; cuando cobraban y pagaban, todavía quedaban a deber y sin una peseta en los bolsillos, un volver a empezar a deber.

Aquellas gentes eran todas unas buenas personas, desde el cura, el boticario, el maestro, el analfabeto, el sargento, el vecino y el menos vecino. Qué decir del médico y el practicante, tenían que aprender los actuales, no tenían horario, siempre solícitos y solidarios para atender día y noche. No había listas de espera. Recuerdo un día nevando, una noche muy fría con viento, tendría yo unos 11 años, nos despertó la vecina a las tres de la mañana, Consuelo se llamaba: su marido, Alfredo, estaba muy mal, que si podía ir a buscar al médico a su casa, por aquella nadie tenia teléfono, un recorrido de medio kilómetro. La nieve me llegaba casi a la rodilla, el farol de la carretera dejaba ver la copiosa nevada que estaba cayendo, creo que sentí miedo, oscuro, silencio y casas cerradas a cal y canto. Piqué en la puerta del médico varias veces, tenía las manos y pies helados, abrió la puerta su mujer, y mientras se vestía el médico me mandó pasar y me dio leche caliente, que calentó en un hornillo eléctrico pequeñito. Al médico le decían el cazurro por nacer en Castilla, era grandón, así lo veía yo, muy buena persona. Aquellos paisanos no volverán jamás.

Ahora lo vemos con la tragedia de la dana, hay incluso cadáveres sin rescatar de los coches y garajes y bandas de ladrones saqueando coches, casas y comercios no para comer, que sería justificable ante la dejadez de nuestros políticos en socorrer a esa gente que grita por las ventanas que les lleven agua y alimentos. Es que saquean joyerías. Eso, por aquella digo yo que no. Es más, aquellos paisanos, tan buena gente, los hubieran colgado uno a uno.

Por todo ello, no reclamo la pobreza para volvernos buenas personas, reclamo una educación en valores, donde el respeto prevalezca por encima de cualquier libertad y derechos personales. Hay también obligaciones.

No hay peor persona que quien se cree superior, quien se cree con derecho de estar sin demostrar que puede estar por encima de los demás.

Los valores actuales que se enseñan a los niños son equivocados, enseguida verán que les mienten y que les hacen tragar absurdos. Les inculcan la igualdad, cuando hay que respetar la desigualdad. Les inculcan la diversidad sexual como normalidad; no, señor, las excepciones no son normalidad. Respeto, sí, pero sin manipular. Les dicen que dos papás y dos mamás son lo mismo que una mamá y un papá, pues no es lo mismo ni se le parece. Por circunstancias de la vida un niño puede criarse sin padre (yo, uno de ellos), sin madre, con dos del mismo sexo, pero la normalidad es con papá y mamá, aquí y en la China meridional. Por esto me llamarán xenofobo o transfóbico, pues no, no odio a nadie. Solo que debemos ser sensatos y no sumisos ante colectivos que nos quieren adoctrinar para ellos vivir de todo ello muy bien.

Los valores deben empezar por el primordial: el respeto.

Luego están: la amistad, el amor, amabilidad, solidaridad, empatía, educación, esfuerzo, dedicación, la bondad, la honestidad, la humildad, la sensibilidad... Apostar por la paz, por ayudar a los más débiles, por la convivencia, la amistad, la alegría... Eso sí, sin obviar la exigencia, el compromiso con la responsabilidad adquirida, el cumplir la palabra dada, el devolver lo que se debe, el llorar con quien sufre... No ser presuntuoso, egoísta, ególatra... Ser contundente contra los corruptos, los delincuentes, los violentos, los caraduras... Ser exigentes con el poder establecido. No ser sumisos, sino solícitos y solidarios. No huir de las responsabilidades, tener criterio propio, aceptar discrepancias e intentar buscar consensos. En una palabra: hacer la vida más fácil para quien esté en nuestro entorno.

No aceptar jamás un cargo para el que sepamos no estamos capacitados, puedes quitarle el sitio a quien lo está y puedes perjudicar a terceras personas por tu ineptitud e incapacidad para prevenir y solucionar situaciones que cuando ocurren, como esta dana, la culpa no es de nadie. O mejor, de otros.

Cartas

Número de cartas: 46516

Número de cartas en Noviembre: 248

Tribunas

Número de tribunas: 2103

Número de tribunas en Noviembre: 11

Condiciones
Enviar carta por internet

Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.

» Formulario de envío.

Enviar carta por correo convencional

Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:

Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo
Buscador