Entre el llanto y la cólera
"La respuesta que se está dando no es suficiente, pero el Gobierno central está listo para ayudar y enviar los recursos que le vayan pidiendo". El Presidente se refiere a Valencia como si se tratara de Portugal o Marruecos, de un país vecino castigado por una catástrofe al que España le ofrece ayuda, en términos de buena vecindad.
Si la sintaxis trasluce los esquemas mentales, es evidente que, en esa frase, Sánchez pone distancia entre su responsabilidad como presidente y la tragedia que sufre la población valenciana, arrimándosela al presidente autonómico. Casi se le escucha decir, imitando a Errejón, "me siento emancipado de cuidar a los demás". Bellacos: uno se emancipa de una dependencia, no del deber y la responsabilidad.
Se da la paradoja de que el dirigente más adicto al poder preside el Gobierno más precario en medio siglo de democracia: aliado con los antisistema, inexpertos y presuntuosos, recaídos en la vieja "enfermedad infantil del comunismo" diagnosticada por Lenin; apoyado por una ensalada heteróclita de Otegis, Rufianes y prófugos de la justicia a los que empieza por excarcelar, indultar y amnistiar y a quienes compra día a día los votos en un mercadeo extenuante.
Un Gobierno volcado en proteger su poder con grave descuido de la cosa pública y del interés general. Un Ejecutivo que se blinda desactivando las instituciones de control, reconvertidas en instancias de refrendo; empezando por la cima (Tribunal Constitucional) y acabando en la base (Fiscalía del Estado). Le quedaba un flanco por controlar: el de los medios críticos, identificados como "máquina del fango". Cinco días después de la tragedia, la única medida urgente es la reforma por decreto, en sesión extraordinaria, del consejo de Radio y Televisión para entregárselo a los coaligados.
Pasan los días y, sobre todo, las noches, y pueblos enteros siguen sin luz, sin agua, sin pan, sin asistencia médica, protegiendo sus propiedades del pillaje ante la clamorosa y criminal ausencia de un Estado hasta ayer mismo omnipresente en ese territorio a la hora de multar y de cobrar impuestos. Con independencia de que Mazón lo esté haciendo bien, regular o fatal, los grandes medios del Estado (Ejército, Policía y Guardia Civil con sus equipamientos respectivos) dependen del Gobierno central, sometido al imperativo incondicional de enviarlos al rescate de la población siniestrada por encima de protocolos y burocracias.
¿Quedan dudas? La preocupación dominante de Sánchez es "el control del relato"; que la consternación y el llanto no muden en cólera. Y si la cólera estalla, veremos la formidable y espantosa máquina gubernamental de agit-prop soplar en la dirección adecuada para que el incendio abrase a la oposición. ¿La dana para el sanchismo? "Nunca llovió que no abocanara".
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