Si quieren respeto, que se lo ganen
Al calor de la tragedia, los altercados de ayer en Paiporta apartan a Sánchez del control del relato y evidencian la patente desconexión de la clase política para con la ciudadanía. Cualquier persona cabal piensa primero en las víctimas. Por contra, hemos asistido a una patética pelea de versiones que, por omisión (Mazón) o jactancia (Sánchez), se cifra en muertos de los de verdad, de los que se pudren y se echan de menos.
No soy el único que viene advirtiendo de los problemas mentales del actual presidente del Gobierno; sin acritud, las cosas como son. Esto no va de ideologías, sino de ciegos al volante. El primer problema con los perfiles egosintónicos subclínicos es que "no pasa nada hasta que pasa"; el segundo, que se granjean una cohorte de palmeros, de estómagos agradecidos, que con brío servil les van apagando los fuegos. Y por toda esa ralea de cómplices, estos enfermos solo terminan expuestos en el paroxismo de su mente enferma, ahogados en su propia fantasía. No dejo de pensar que Sánchez sigue sin entender por qué la gente no valora su grandeza. Soy consciente de que parece una locura, pero insisto: esta persona no está bien. Una persona cercada por la corrupción, empeñada en tildar a quienes le acusan de enfangar, que propone como compensación una "ley de calidad democrática" cuando la norma que regula calumnias e injurias viene funcionando sin problemas desde el siglo XIX, que se venga de un varapalo jurídico personal dinamitando a la oposición desde su brazo mediático, tiene el aplomo de hacerse de rogar cuando está muriendo gente, a ver si hay suerte y el PP pierde votos. No contento con eso, días después, aún sumidos en un contexto de descoordinación cuyos únicos responsables son los políticos, se permite la licencia de hacer acto de presencia sonriendo, caminando como un modelo de pasarela, por delante de S.M. el Rey, para hacerse la foto. Tamaña falta de empatía solo me la explico por una deficiencia funcional para conectarse con los sentimientos del resto. Ahora cabe preguntarse, como en tantos otros momentos de la historia, cuántos borregos volverán a votar al lobo.
De Mazón, la alcaldesa de Valencia y demás purria me ahorraré el gran comentario. Son testaferros del terror y deben pagar por ello. No bastan las caras compungidas.
Por lo demás, después de los numerosos desplantes que el presidente del Gobierno de España ha tenido con el presidente de España, el jefe del Estado, aún me consuela que S.M. tuvo a bien no huir. El gesto, que apenas ocupó minutos, situó en el relato al Ejército como una fuerza salvadora por encima de la (in)competencia de cualquier Gobierno, nacional o autonómico. Una suerte de 23F, otra vez. Así, ahora la sociedad ya no flota en la incertidumbre, tiene un fulcro y la esperanza pivota lejos de los estúpidos argumentarios políticos. Los muertos no volverán, ni el trabajo de una vida podrá saldarse con cheques, pero siento que, al menos, ayer, aunque tarde, cambiaron las tornas para bien del pueblo.
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