Sin esperanza no hay aguante
Me encuentro con Jesús, un viejo conocido, y aun con algo de prisa compro el tiempo y le escucho. Es un jubilado que me invitó a decir unas palabras en el funeral de su esposa hace unos años, no tiene hijos, vivía con un perro y ahora se le ha muerto. Se queja con vehemencia del panorama político y sus consecuencias, de la dejadez hacia la necesidad y el sufrimiento humano donde todos somos motivo de negocio, de la desidia o desprecio hacia el planeta que habitamos, ya sin remedio. Le da repugnancia todo lo que está pasando.
Aprovechando una pausa le expongo algunas razones por las que no cabe esperar nada del sistema, tan solo un gesto individual de alguien capaz de arriesgar su posición en un plano público, o bien alguien de la muchedumbre que da lo que tiene con corazón altruista y generoso, sea en sentido material o espiritual. La persona espiritual ya da por hecho que el interés en el otro abarca todos los aspectos de la necesidad humana, porque su motivo es el amor.
Bien, pues le ofrezco lo que tengo, una esperanza basada en que quien hizo la tierra... "el Formador de la tierra... no la creó sencillamente para nada, la formó para ser habitada" (Isaías 45:18). Y como ya estamos viendo, la Tierra está atacada hasta el punto de dañar sus sistemas de reciclaje. Por otro lado, la tierra no se hizo como escaparate del mal, sino como hogar permanente de una nueva creación: el ser humano. Ha llegado el momento de decirle al Creador si queremos vivir para siempre bajo su Reino o preferimos este sistema; las dos cosas no pueden ser, Dios no negocia con nadie, su creación la tiene destinada para los que considere capaces de convivir en paz, justicia y amor. "Y por el aumento del desafuero se enfriará el amor de la mayor parte. Pero el que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo" (Mateo 24:12,13) ¿Aguantar en qué?, en la esperanza de un sistema perfecto: el Reino de Dios.
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