Medias verdades
El mundo es un hervidero efervescente de rumorologías, lugares comunes, hegemonías de mentalidades, contraste de pareceres y visiones plurales; esto último se da, afortunadamente. España es una realidad plural y que tardó en cuajar como Estado-nación liberal parlamentario, pero fue una de las principales y pioneras estructuras territoriales en configurarse como un Estado moderno a través de una corona compuesta, la de los Reyes Católicos. Es verdad que en España hubo Inquisición, intolerancia hacia grupos disidentes, conquista, esclavitud y explotación de las Indias, mas en ningún otro país del mundo se dio un debate tal sobre la pertinencia o no de una invasión violenta en el siglo XV, sobre la condición humana de dignidad universal de otras razas, pueblos o culturas, una globalización del mestizaje sobre principios tan quijotescos como evangélicos. Es verdad que en España existió Inquisición y control férreo del pensamiento, una Iglesia integrista, también Calvino fue implacable con Servet, hubo matanzas de cátaros y hugonotes, caza de brujas y de mujeres no controlables, discriminación hacia católicos por iglesias nacionales protestantes, un sindicalismo, una izquierda española que bebió mucho del catolicismo social y de las sacristías de curas progres. Es verdad que el franquismo inicial fue ultraconservador, amigo y admirador del nazi-fascismo internacional, que existió el bombardeo de Gernika y represión brutal hasta los años 50, pero nada comparable al holomodor ucraniano, Siberia y las purgas stalinistas, lo sucedido en todos los países que participaron en la II Guerra Mundial. Es verdad que en España había ignorancia y claro atraso cultural, pero España es el país que más universidades fundó en varios continentes y en el franquismo accedieron a las aulas miles y miles de hijos de trabajadores, se fundaron las universidades laborales y el franquismo a partir de los sesenta vivió el “milagro económico” y un "boom" del turismo, la formación de sensatas clases medias y desarrollo industrial especialmente en Madrid, Asturias, Valencia, el insurgente y nacionalista País Vasco, la Cataluña de estelada, también de Josep Plá y Gironella, proteccionismo total de los productos catalanes por la dictadura franquista. Es verdad que el PSOE es el gran partido que transformó España en clave europeísta, atlantista, modernizadora tolerante, muy ilusionante, constitucionalista y de asentado generoso Estado de bienestar; también es patente que el verdadero opositor al franquismo fue el Partido Comunista de Carrillo y la Pasionaria, Claudín y Semprún, Tamames y muchos compañeros de viaje, un partido que fue duramente stalinista y que evolucionó hacia el “eurocomunismo” de Anguita y Llamazares, una ideología parlamentaria generosa, gramsciana, de Izquierda Unida rojoverde, alianzas obreras con clases medias progresistas e intelectuales que leían a Althusser, Mao y rendían culto a la película “Novecento”. Es cierto que la Transición fue un éxito: se asentó el Estado de bienestar y de derecho, entramos en el club económico y de valores europeos democrático-liberales, se crearon centros de salud, conciencia de derechos, acceso a hipotecas, hubo libertad y libertades, respeto por el adversario político, por fin. También es cierto que durante la Transición hubo una incesante actividad desestabilizadora de extrema izquierda y extrema derecha, pelotazos urbanísticos y corrupción de economía-casino, una cultura marginal de la drogadicción extrema que asoló los barrios obreros de las grandes ciudades, una cultura de libertad muy rompedora, abierta, new wave y de movida, pero que acabó también con necesarias virtudes clásicas y nos hizo más ñoños, inmaduros, con luchas entre los géneros, posmodernos, anestesiados, superficiales y carentes de referencias clásicas españolas y de un pensamiento fuerte, que no fuera las modas y los estilos que venían de Londres o de un mundo cosmopolita, fabuloso, pero que nos hacía acomplejarnos de lo nuestro y rechazar todo lo español. Es cierto que la cultura constitucional permite que haya desarrollo autonómico y descentralizado en las regiones y nacionalidades, algo muy constructivo y que posibilita gaitas, castañuelas, aurreskus y zanfoñas, flamenquitos y rasgos tribales, pero también es verdad que hoy los niños españoles desconocen absolutamente todo lo que no sea el currículo educativo de geografía e historia o de conocimiento del medio de su autonomía. En suma, vivimos en un mundo de medias verdades, con poco pensamiento independiente que incida en el quid de las cuestiones, en un mundo tolerante maravilloso, también permisivo en cuanto a que da más importancia al sensacionalismo espectacular y lo decadente que a valores callados, discretos, constructivos, clásicos y de virtudes duraderas, que construyen autenticidad, dignidad, nación de ciudadanos libres y convivencia de calidad. Y luego nos quejamos de “fake news”, manipulaciones, incivismos y extremismos a la orden del día…
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