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Organización y disposición inmediata

5 de Noviembre del 2024 - Conchi Basilio (Gijón)

El 14 de octubre de 1957, Valencia sufrió una de las peores inundaciones de su historia, que causó la muerte a entre 300 y 400 personas y dejó la ciudad sumida en el caos. En respuesta a esta tragedia, el régimen de Francisco Franco impulsó el Plan Sur, un ambicioso proyecto de ingeniería para desviar el curso del río Turia lejos del centro urbano, cuya obra se terminó en 1973 con un coste de millones de pesetas.

En estos momentos, la dana golpeó muchas ciudades en la misma región y dejó una estela de devastación, con lluvias torrenciales, desbordamientos de ríos y barrancos, pero, a pesar del desastre, la respuesta por parte de las autoridades está siendo criticada por su lentitud de acción e ineficacia, falta de respuesta inmediata y la necesidad de un compromiso coordinado y eficaz por parte de todos los dirigentes, independientemente de intereses partidistas.

La dana trajo precipitaciones que superan los 300 litros por metro cuadrado en solo ocho horas, desbordando ríos y torrentes y causando inundaciones masivas, algunos pueblos devastados, las consecuencias están siendo trágicas, con la pérdida de vidas humanas, sin determinar aún la cifra final. Las infraestructuras colapsaron y muchas partes quedaron aisladas, necesitando ayuda urgente.

A pesar de las advertencias meteorológicas, el Gobierno autonómico no solicitó la ayuda del Ejército hasta las 48 horas después del inicio de la catástrofe; este retraso impidió una respuesta rápida y eficaz.

Aunque se activaron sistemas de alerta, estos no llegaron a tiempo a todas las áreas afectadas; la falta de coordinación y comunicación efectiva tuvo como resultado que muchas personas no tuvieron tiempo suficiente para evacuar o prepararse adecuadamente.

La infraestructura de defensa contra inundaciones en las áreas rurales y pueblos no recibió la atención necesaria durante décadas, aumentando la vulnerabilidad de estas zonas ante fenómenos meteorológicos extremos.

Es esencial y prioritario que todos los cuerpos del Estado, incluyendo el Ejército, la Unidad Militar de Emergencias (UME), la Guardia Civil y los servicios de Protección Civil, actúen de manera coordinada desde el primer minuto de una catástrofe; la rapidez en la respuesta puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

La gestión de emergencias debe estar por encima de todos los intereses partidistas, la seguridad y el bienestar de la población deben ser la prioridad máxima, y las acciones deben tomarse de manera inmediata y efectiva, sin demoras de ninguna clase, ni disculpas, ni excepciones por ninguna de las partes.

Si en la teoría existen tres niveles de alerta, este era de tres, el máximo; el presidente de la comunidad y el presidente del Gobierno tienen que actuar de inmediato y no después de 48 horas.

Es crucial invertir en la mejora y mantenimiento de las infraestructuras de defensa contra inundaciones en todas las áreas, no solo en las grandes ciudades; sistemas de drenaje adecuados y barreras de protección pueden reducir significativamente el impacto de futuras gotas frías o danas, porque de todos es sabido que estas zonas son inundables, de siempre.

Desarrollar y mantener un sistema de alerta temprana que funcione de manera efectiva en todas las áreas, asegurando que la información llegue a tiempo a todos los residentes y que las evacuaciones puedan realizarse de manera ordenada y segura.

La dana puso de manifiesto las graves deficiencias en la respuesta inmediata por parte de los dirigentes, falta de coordinación, retraso en la solicitud de ayuda, y la insuficiencia de las infraestructuras agravaron una situación devastadora.

Es imperativo que, en el futuro, los dirigentes actúen de manera rápida y eficaz, poniendo siempre por delante la seguridad y el bienestar de la población, sin influencias partidistas. La buena organización y total disposición, sin distinciones, es la mejor base para un buen resultado, en todo.

Depurar responsabilidades tras una catástrofe como esta es esencial para asegurar la justicia y mejorar la gestión futura de emergencias, pero recurrir a la violencia nunca es una solución y solo agrava las situaciones ya de por sí difíciles. La violencia solo divide y destruye.

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