No es una guerra aunque lo parezca
No es Ucrania, tampoco es Gaza, es el Levante español, más concretamente en Valencia, arrasada por una naturaleza cabreada con el trato que le estamos dando. Un Mediterráneo sobrecalentado por los miles de litros de pesticidas que se vierten sin control, los cadáveres de migrantes que terminan en sus aguas deslumbrados por las imágenes que ven en la TV del mundo capitalista.
No hay sangre en las calles porque todo lo tapa el barro; toneladas de lodo haciendo argamasa con cientos de coches remontados, muebles inservibles, convirtiéndose en barricadas inaccesibles para terminar de limpiar lo más necesario e ir a por agua, algo de comer y buscar a los tuyos.
Una tragedia con hazañas inimaginables, como esos mayores de una residencia con el agua hasta las rodillas que tuvieron que transportar unas heroicas trabajadoras hasta pisos más altos. Cuerpos perdidos en el torrente salvaje de unos ríos sin cauce ocupado por construcciones irresponsables. Comunicaciones colapsadas con la angustia en muchos corazones, ignorantes del paradero de sus allegados.
El cielo se volvió loco, aunque la meteorología tiene explicación de por qué y cuándo podía ocurrir; pero los que tenían que tomar decisiones para evitar que esta bomba hidráulica fuese una picadora humana, un destrozo ambiental y un crack económico no reaccionaron. El "negacionismo" de algunos dirigentes les lleva a obviar las verdades más evidentes de la ciencia y no tomar decisiones que hubiesen evitado cientos de muertes. Ahora la disculpa es que nadie les avisó, como si fueran tontos.
No es una guerra al uso con misiles y tanques aunque lo parezca. Ha sido un estornudo de nuestro planeta, con fiebre climática provocada por los humos de la contaminación. No es Ucrania ni tampoco Gaza, pero los daños colaterales son terribles. Habrá que buscar a los culpables, porque ni todo el lodo acumulado conseguirá esconderlos.
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