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¿Innovación o Discriminación? La otra cara del progreso tecnológico

12 de Noviembre del 2024 - Carmen Bustillo

El día que aprendiste a escribir, ¿cuánto tiempo pasaste practicando hasta hacerlo bien? ¿Y a leer? La realidad es que cualquier habilidad nueva requiere esfuerzo, práctica y, lo más importante, alguien que te guíe y te enseñe.

Mi tía vive en un pequeño pueblo del oriente de Asturias. Es una mujer que ha pasado toda su vida trabajando en el campo, independiente en muchos aspectos, pero completamente desorientada ante el avance de la tecnología. Apenas sabe usar el móvil más allá de lo básico y mucho menos enfrentarse a una web bancaria o pedir una cita médica online.

Este no es un caso aislado; es el reflejo de una Asturias envejecida, que, para poder mantenerse al día, se enfrenta a barreras digitales que parecen diseñadas para excluir a toda una generación. Cada trámite que antes hacía en persona, ahora se ha convertido para ella en una odisea digital. Y no es que no quiera adaptarse; es que el diseño de estos servicios simplemente no está pensado para ella.

No son solo los mayores los que se ven en esta situación. Muchas personas de mediana edad, e incluso jóvenes, también se sienten superadas por la complejidad de algunas aplicaciones y servicios digitales. La Administración impulsa la digitalización de los procesos, pero no enseña a las personas cómo deben usar estas herramientas ni los apoya en su aprendizaje. Muchos, especialmente los mayores, acaban rechazando estas aplicaciones, no solo por falta de interés, sino por miedo, por la sensación de estar solos y no ser capaces de manejarlas de forma correcta. Esta inseguridad les lleva a depender constantemente de otros y a perder la confianza para intentar aprender por sí mismos.

Cuando los diseñadores creamos una aplicación, a menudo pensamos en un usuario ideal que lo hace todo bien, que encuentra fácilmente el botón adecuado y que entiende a la perfección las instrucciones. Pero la realidad es distinta. Las personas tienen problemas reales, como dificultades de visión. ¿Cuántas personas de cualquier edad aumentan el tamaño de letra en el móvil y encuentran que la aplicación se desconfigura, dejando de ser funcional? Ese no es un problema del usuario; es un error de diseño, de una falta de empatía en el proceso de creación.

Reflexiones a propósito del Día Mundial de la Usabilidad

La digitalización de procesos es positiva y necesaria, pero hay que acompañarla de un esfuerzo real por incluir a todos. No se resuelve simplemente añadiendo un onboarding —esas pantallas explicativas al inicio que muchos ni siquiera leen—. La clave para integrar a todas las personas está en construir un modelo híbrido que combine la tecnología con la ayuda directa de personas que enseñen a utilizar estas herramientas. La interacción personal es esencial para que quienes sienten miedo a enfrentarse a la tecnología puedan aprender sin miedo, de persona a persona.

Como diseñadora, creo en la belleza de las aplicaciones bien hechas, pero aún más en la belleza de que todas las personas puedan utilizarlas. Nuestro propósito como diseñadores es diseñar con empatía, sin dejar a nadie atrás.

Este artículo es posible gracias al apoyo de la Asociación Mujeres de Empresa, una red de empresarias líderes en Asturias que nos inspira y respalda en nuestro compromiso con un diseño accesible y responsable para todos.

Porque la verdadera innovación es aquella que no deja a nadie atrás.

Y tú, ¿cuánto tiempo tardaste en aprender a leer y escribir?

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