Protegidos solo en apariencia: la verdad tras cada tormenta
Cada vez que un desastre natural sacude nuestro entorno (la mas reciente la dana), nos enfrentamos a la cruda realidad de nuestra fragilidad. La sensación de seguridad en la que vivimos se desvanece al ver cómo el agua arrastra coches, inunda viviendas y deja a tantas familias indefensas. Nos sentimos protegidos hasta que el desastre golpea, y entonces la poca capacidad de reacción y la lentitud de respuesta nos llenan de frustración. No es solo el miedo a perder bienes materiales, sino a la falta de previsión que parece dejarnos abandonados a nuestra suerte.
Me duele pensar que estas situaciones se volverán cada vez más frecuentes y, aun así, parece que no aprendemos de ellas. Necesitamos soluciones reales, comprometidas con el cambio climático y con la protección de nuestras comunidades. No queremos solo arreglos temporales, sino un compromiso firme para que todos podamos sentirnos verdaderamente seguros en nuestras propias casas.
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