Lección desde Valencia
Hace días que la vida nos ha devuelto una imagen de la rutina que las prisas, la recurrencia y la colección de quehaceres diarios habían desdibujado.
Hemos vuelto a reencontrarnos con la suerte de vivir, de estar todos. Hemos sentido la gratitud de abrir el grifo y que salga agua, de pulsar el interruptor y que se encienda la luz, de poder arropar a nuestros hijos entre sábanas blancas y dormir al calor del hogar. De tener un espacio al que ir a trabajar y un lugar al que volver una vez que la jornada termina. De llamar y que alguien a quien queremos nos responda al otro lado del teléfono.
Creo que los grandes problemas que teníamos han pasado a parecernos un poco más pequeños, las cargas diarias resultan ahora más ligeras y la sensación de suerte se ha redefinido en nuestro diccionario interior.
Valencia nos ha enseñado una lección que ojalá nunca se nos olvide.
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