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El egoísmo de los fumadores

19 de Febrero del 2011 - Braulio García Álvarez (Yermes y Tameza)

Recuerdo perfectamente al profesor fumando en clase; recuerdo perfectamente a los médicos y enfermeras fumando en los hospitales; recuerdo perfectamente mi oficina de trabajo llena de humo; recuerdo mis viajes en autobús desde Valencia y Madrid, en una nube permanente; recuerdo perfectamente cuando cualquier fumador te echaba el humo a la cara sin miramiento alguno; recuerdo perfectamente la intolerancia más absoluta si alguien se atrevía a, simplemente, insinuar que el humo le molestaba. ¡Menudo «pejigueras» y bicho raro! De ello hace muy poquito tiempo, y sin embargo nos parece lejano y superado.

Recuerdo más recientemente a fumadores en mi propia casa o en mi propio coche, cuando con el cigarrillo en la boca y el mechero en la mano, haciendo alarde cínico de una educación obligada, me hacían la pregunta retórica, que nunca debe hacerse: ¿Te molesta que fume? Apretando los dientes y con media sonrisa les contestaba: «No me importa, faltaría más», cuando lo que deseaba era decirles: «Desde luego que me importa, egoísta maleducado».

Los tiempos cambian, la sociedad cambia, las leyes cambian, pero el egoísmo y los intereses económicos permanecen inmutables.

La nueva ley de defensa de los derechos del no fumador está siendo contestada desde diferentes sectores, motivado por distintos intereses:

1. Por muchos fumadores (de cualquier ideología), cuya razón es el egoísmo personal de seguir dando rienda suelta a su penosa adicción, perjudiquen a quien perjudiquen. Al fin y al cabo son enfermos que no se respetan a sí mismos, ¿cómo van a respetar a los demás? Por qué la ley no prohíbe fumar, no prohíbe el tabaco, que podría como están prohibidas otras drogas; lo que prohíbe es molestar y perjudicar a los demás, a los que tienen derecho a no ser molestados ni perjudicados. La ley no tiene por objeto proteger la salud del fumador, sino la del que no quiere fumar y se ve perjudicado por ello. Los fumadores, y que quede bien claro, pueden fumar hasta morirse, pero eso sí, en la calle o en su casa, no en lugares públicos cerrados a los que todo el mundo tiene acceso. Todo ello se resume en el título de la famosa canción del grupo asturiano «Los Stukas», «Suicídate pero no me salpiques», que desde luego aquí viene muy a cuento.

2. Por los empresarios de la hostelería. A éstos les mueve una razón meramente económica, no perder clientes, es decir, no perder dinero, aunque sea a costa de la salud de los demás, incluidos sus propios trabajadores, a los que, desde luego, no estarían siquiera dispuestos a pagar un complemento por la penosidad de su trabajo. ¿Un gobierno ha de sacrificar la salud de sus ciudadanos por que haya otros que creen erróneamente (la experiencia de otros países demuestra que no hay pérdida de clientela a largo plazo) que van a ingresar unos euros menos?

3. Por algunos políticos (de derechas, por supuesto), y medios de comunicación afines, que tratan de demonizar a Zapatero y al Partido Socialista haga lo que haga, con la única finalidad de desacreditarlo continuamente y obtener así un crédito electoral. Viendo las declaraciones de algunos de sus representantes queda bien claro: que si socialtotalitarismo, que si persecución similar al nazismo con los judíos, que si tachando de «chivatos» a los que osen defender sus derechos ante la justicia, que si merma continua de la libertad..., ¿de qué libertad, de la de molestar y perjudicar?, pero, ¿qué pasa?, que si se prohíbe mear, escupir en la calle, ir por la carretera a la velocidad que a uno le dé la gana, no llevar cinturón, etcétera, ¿es ir en contra de la libertad de los ciudadanos? Todas estas conductas están lógicamente prohibidas y todos lo aceptamos, a pesar de ser posiblemente menos dañinas para la salud del prójimo, que el perjuicio que se causa a los fumadores denominados «pasivos». ¿Qué es que todos los países europeos donde las leyes son aún más restrictiva que en España son dictaduras? A todas estas manifestaciones, que insultan la inteligencia de los ciudadanos, les dan eco los medios de comunicación afines, organizando un coro de defensores de la libertad en este país, que raya con lo ridículo viniendo de quien viene, falseando la realidad para luego criticar con saña a los autores y defensores de la norma.

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