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Dos estupendas novelas, policiacas y gallegas

30 de Enero del 2011 - Ángel García Prieto (Oviedo)

Domingo Villar es un escritor gallego (Vigo, 1971) que vive en Madrid, donde trabaja como crítico gastronómico y guionista de cine y televisión. «Ojos de agua»

es su primera novela policiaca, con la que ha conseguido numerosas reediciones, su traducción a seis idiomas y varios premios. Después ha publicado otra novela, también policiaca, titulada «La playa de los ahogados».

«Ojos de agua» (Editorial Siruela, 2008) se desarrolla en Vigo y sus alrededores, en torno a la investigación que para esclarecer un crimen muy cruel llevan a cabo el inspector Leo Caldas y su ayudante Rafael Estévez, un aragonés de carácter demasiado primario que sirve de contrapunto a su paciente y comedido jefe gallego y a la psicología tópica de la gente de esa región. La víctima es un saxofonista que vivía solo en una torre residencial de la isla viguesa de Toralla y que va a llevar la acción policial hacia ambientes de la farándula nocturna y de los altos niveles de cierta familia representativa de la ciudad. El curso de las indagaciones es directo y aunque aparentemente sencillo no pierde nunca la tensión narrativa ni el suspense policiaco. La historia central sirve para presentar un ambiente costumbrista bastante logrado, agradable y vivaz. Quizá las dificultades afectivas por las que atraviesa el inspector Leo Caldas no quedan más que apuntadas, así como otros aspectos de su personalidad, pero es de suponer que en posteriores novelas se irá conociendo mejor a este personaje, que ya se hace simpático y cercano al lector.

Respecto a «La playa de los ahogados» (Editorial Siruela, 2009), en esta segunda narración el protagonista y su ayudante se enfrentan al caso de un pescador de Panxón, que aparece ahogado y con las manos atadas en la playa de su pueblo. La idea de que pueda tratarse de un suicidio se desvanece pronto y el trabajo de los policías se hace dificultoso por la falta de indicios y porque los pocos que van apareciendo no dejan de ser ambiguos dichos en torno a un ya lejano naufragio, nimbado por un halo de fantasías muy cercanas a leyendas gallegas populares.

El ambiente de marineros pescadores y los personajes están muy bien retratados; la tensión narrativa y la intriga de la historia también son estupendas. Además, la vida personal del detective, jalonada por sus apariciones en la emisora de radio donde colabora con el programa «La patrulla de las ondas», el trato con su padre viudo y su tío hospitalizado y el bar que frecuenta para comer o cenar con la tertulia de conocidos logran hacer entrañable al sensato y apasionado policía Leo Caldas, que tiene abierta una herida afectiva en su interrumpida relación con una mujer llamada Alba.

En fin, dos novelas muy conseguidas que logran entretener y mantienen en vilo al lector, y que hace esperar la tercera.

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