La degradación puede ser irreversible
Cuando ocurren acontecimientos que parecen inverosímiles, las personas se preguntan con estupor: ¿será real o lo estoy soñando? Actualmente, y por traer a colación, señalaría dos: el genocidio que está llevando a cabo Israel de una forma sistemática contra el pueblo palestino. Un genocidio que ha elegido una víctima propiciatoria, los niños, que son los auténticamente masacrados con muertes y mutilaciones, no Hamás ni Hizbulá, según la presidenta del Comité que publicó la "Convención de los Derechos del Niño". El segundo, la catástrofe de la dana en Valencia, que mantiene sobrecogido a todo el mundo. Ambos casos, aparentemente distintos, tienen un dramático y desesperanzador hilo conductor: la degradación moral y epistemológica del "Homo sapiens". Moral, porque no se respeta a sí mismo como especie, el genocidio de Israel lo muestra claramente. Epistemológica, porque desprecia las unánimes y continuas alertas de la Ciencia sobre el cambio climático. La catástrofe de la dana en Valencia, no es una maldición de la naturaleza, es una trágica consecuencia del comportamiento negacionista de esta sociedad.
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