Un simple gesto salva vidas
Estamos en la semana del FICX y, como siempre, suele darse el caso de que, dentro de los miles de espectadores que llenan las salas de proyección de Gijón, a alguno se le escape una llamada repentina del móvil. Un sonido estridente que rompe con la concentración y genera en los más intransigentes una reacción de lo más iracunda.
Pero ¿es el inoportuno sonido del móvil sin silenciar lo peor que puede ocurrir en una sala de cine? ¿No estamos exagerando? Creo que algo peor que una llamada, que además suele poner en alerta al resto del público, obligándonos a revisar de nuevo nuestro teléfono, existe un mal que, si bien invisible, es mucho más peligroso: las toses, los estornudos o los pañuelos trompeteando.
A colación de esta situación, un amigo suele contarme la anécdota que vivió en una obra de teatro a la que acudió en Madrid del gran dramaturgo Josep Maria Pou. El actor, harto de esas microinterrupciones, normalmente acompañadas de un doble carraspeo, detuvo la función y, dirigiéndose al público, exclamó enfurecido: "¡Al teatro hay que venir tosido de casa!".
Lo cierto es que no le falta razón a Josep Maria Pou, y no solo porque puede afectar a la atención del público. Cuando uno tose, suele estar arropado por otras personas que, en distintas localizaciones, ocultas bajo el anonimato de la oscuridad de la sala, aprovechan para toser al unísono, quizá con la idea de molestar lo menos posible. La tos, como el bostezo, se contagia, y entonces comienza una sonata de toses de límites incalculables: "El club de los tosferínicos".
El ruido es lo de menos. A cualquiera le pueden entrar las ganas en momentos en los que nos encontramos más relajados. Toser es un reflejo involuntario para mantener las vías respiratorias limpias. El problema no reside en lo que uno tose, sino en lo que podemos contagiar al no cubrirnos la boca o tomar precauciones.
Cabe apelar a la conciencia de todas las personas que acuden a las salas en esta época del año porque quizás no lo sepan, pero en esos espacios suelen haber personas con enfermedades crónicas, de riesgo o con sistemas inmunitarios débiles. Un simple gesto, ponerse una mascarilla o decidir por propia voluntad no acudir a una sala siendo consciente de encontrarse en proceso de contagio, ayuda a salvar vidas.
Si toses o te encuentras resfriado, ponte la mascarilla.
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