La solidaridad lleva acento valenciano
Dantesco. Tenebroso. Fatídico. Apocalíptico. 2024 el año. Día 29. Octubre el mes. Remedando épica escrita, si no hubiese resultado tragedia. En tierra valenciana bajo cielo oscurecido por dana real -anunciada o no-, cuatro desbocados caballos galopan.
Uno montado por una imprudencia, quizá negligente con resultados funestos, cuando menos parcialmente evitables. El otro lo cabalga posible dejación de funciones temeraria, que habla de ineptitud, con el añadido de fetidez nauseabunda si de torticera se mancha. No es mi pretensión analizarlo. No tengo preparación ni datos.
Que Dios o el Honor, según el juramento prestado, a cada cual lo demande. La Historia y el pueblo lo denuncien. Un poder judicial independiente, justo, eficaz y eficiente lo juzgue y sentencie. Y un rey, con valentía evidenciada, lo refrende y testimonie...
Muerte y Destrucción, los otros dos jinetes. Provocan caos, desolación, rabia por impotencia, indefensión, terror. Hecatombe. Desastre. Catástrofe. Es el Apocalipsis descrito por San Juan. Es el ensayo del fin del mundo. Madres que llaman a hijos. Padres que aferran madre e hijos para colocarlos en lugar seguro. Ancianos abrazados que piden a quienes les ayudan que no se arriesguen. Vecino salvando a vecinos, para juntos salvar más vecinos.
"... tots a una veu, germans, vingau,...". Y todos los que allí estaban fueron. Hombres y mujeres. Jóvenes y viejos. Militares, guardias civiles, policías, bomberos, voluntarios, nativos, inmigrantes... Todos en sinergia hicieron piña. Y por propiedad holística el conjunto fue más que la suma de las partes. TV, radio y prensa también estuvieron: dieron testimonio y fe de tan aciaga y escabrosa noche, despertando y activando conciencias. "Todos a una voz, hermanos, venid".
Amaneció. Asombro, espanto, no hay palabras... Lodo, ruinas y muerte. Describirlo, imposible por inimaginable. Vidas y haciendas rotas. Fallecidos y desaparecidos, tantos que numerarlos agarrota la garganta. Héroes anónimos y heroicidades no vistas que no podremos ya narrar. Las lágrimas mojan el barro contra el que hombres luchan y pierden. Fatalismo. Confusión. Desorganización. Sin herramientas... Sin la luz de un sol que la dana apagó.
"... Valencians: en peu alcem-se / Que nostra veu/la llum salude d'un sol novell..." "¡Despertemos, valencianos!", canta el himno. Y aparecieron legiones. La solidaridad, su ondeante bandera. Legiones y legiones de gente armada de escobas y escobones, palas y picos, incluso con las manos y brazos colgando. Llegaban por el norte y por el sur, por este, oeste y aledaños. Jóvenes, muchos, muchos jóvenes. Menos jóvenes también. Se mezclaron, trabajaron y cansados al anochecer se marcharon. Y al día siguiente regresaron... tras despertarles la alarma de la solidaridad. "¡Que nuestra voz la luz salude de un nuevo sol!".
Espoleadas las conciencias, el país se activó. La organización paulatinamente se fue consolidando. La esperanza se dibuja sutil en lontananza... La reconstrucción es obligación que el olvido no deroga. Que los jinetes descabalguen y...
"...¡Flamege en l'aire/nóstra Senyera!...".
Gloria a la Patria, viva el Rey y también la Reina, por empáticos y valientes.
"... ¡Vixca València!..."
"... ¡Vixca! ¡¡Vixca!! ¡¡¡Vixca!!!...".
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