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La historia del pájaro y la esperanza

23 de Noviembre del 2024 - Mara Vaquero

Ring… ring… ring…

Ring… ring… ring…

Ring… ring… ring…

No quiero contestar al teléfono, me molesta ese repiqueteo absurdo e inquieto. Quiero recordar alguna historia bonita, de esas de mi infancia. Sí, aquella que contaba mi abuelo…

"–Abuelo, cuéntame un cuento, de esos de cuando tú eras pequeño como yo… esos de Cabaños…

–Mauritania (así solía llamarme cuando me hablaba de países y continentes, de mapas, ríos y montes…), es muy tarde. No sé cómo puede gustarte tanto esa historia porque no es un cuento, hija, es la historia de mi padre, tu bisabuelo Constantino, y de un pájaro.

–Síííííííí… esa de tu padre, abuelito…

–Está bieeennn…

Y comenzaron a brotar las palabras como las hojas de un árbol primaveral que sabe, por experiencia, de las inclemencias de muchos inviernos sombríos:

“Había una vez un pueblo, Cabaños, donde yo nací hace muchíííísimos años. Sabes que tuve cinco hermanos, pero solo sobrevivimos tu tía abuela Clementina y yo. Mi padre, Constantino, era minero como todos sus hermanos, que eran once. Todos trabajaban en la mina porque, de aquella, era el destino inexorable de la aldea.

Todavía recuerdo cómo mi padre ascendió y se convirtió en vigilante minero, iba a caballo por terrenos y estepas. Cómo me gustaba siendo guaje darle de comer a aquel caballo, cepillaba sus crines y le miraba a los ojos.

Se hizo un silencio y mi abuelo se ausentó de aquella habitación. Le vi en Cabaños con su padre y ese caballo…; podía sentir esa mirada cómplice entre ambos. Entonces se levantó y se fue. Volvió con una foto gigantesca de mi bisabuelo, era muy alto, de los de Zancos le llamaban. Observé la foto y vi los ojos de mi madre, mis tías y mi abuelo y le pedí que continuara el cuento…

De aquella no vivíamos tan bien como ahora, hija. No podíamos elegir la comida y no había televisión ni dibujos animados. Eso sí, había árboles y jugábamos al cascayu. Padre salía de casa al amanecer y no volvía hasta la noche. Madre cuidaba de todos nosotros y lavaba la ropa en el río. Entonces sucedió. Padre volvió a casa por la tarde, mucho antes de lo que solía regresar, estuvo hablando mucho tiempo con Madre. Me pareció que Padre lloraba, pero era tan guaje que solo presté atención a un sonido…

–Abuelooo, ahora viene lo del pájaro, cuéntame lo del pájaro…

Pequeño homenaje a mi abuelo en el aniversario de su muerte

Entonces lo vi. Tenía pocas plumas y trinaba como asustado. Pregunté a Padre qué era aquello…y me dijo que me había traído un regalo, un pájaro que venía de la mina. Recuerdo que estuve un tiempo pensando que los pájaros nacían en las minas y salían a la superficie por primavera.

–Abuelo, ¿y a que se llamaba 'Manolín'?

Madre me dijo que tenía que cuidarle y darle un nombre, 'Manolín' le llamé, y le daba de comer almendras y castañas mojadas en agua. Todas las mañanas me levantaba y le daba de comer, cada día me agasajaba con un nuevo y misterioso trino…

–Un día te voy a llevar a Cabaños y te enseñaré dónde vivíamos de aquella y dónde está la mina de la que vino 'Manolín'.

–¿Lo harás, abuelo, prometes que lo harás?, ¿y podré conocerlo?

–Claro, Mauritania, te llevaré cualquier día, cuando menos te lo esperes iré a buscarte y 'Manolín' trinará con las plumas caídas y habrá castañas…".

Ring… ring… ring…

Ring… ring… ring…

Ring… ring… ring…

–¿Sí?

–Tu abuelo ha muerto, ven enseguida.

–Mamá, ¿ha dicho algo antes de morir?

–No hemos podido entenderle, pero tu tía Eloína entendió Cabaños y pájaro, pero no tiene sentido… Ven pronto.

Lo que mi abuelo nunca me contó fue que la historia del pájaro fue la historia de una desgracia colectiva donde murieron muchos mineros, el gas grisú hizo estragos en hígados y corazones donde él fue el único superviviente. Es por eso que la recordaré como la historia del pájaro y la esperanza. Y así se la contaré a mis hijos.

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