Agradecimiento a la Policía judicial de Oviedo
El Día de la Constitución, en torno a las 22 horas y en las inmediaciones del Parque de Invierno, atracaron a mi hijo de 18 años un par de chavales extranjeros (y no es que yo sea racista, es que eran extranjeros) de su misma edad. Muy valientes (dos contra uno) le pusieron la mano en el cuello para intimidarlo y le quitaron el dinero que llevaba (diez euros) y el móvil.
Uno de estos móviles de última generación donde los chavales de hoy recopilan casi toda su vida, con pantalla táctil, agenda (horario de clases, contactos, citas, eventos, alarmas...), libros en pdf que él se entretenía en leer, notas con citas más o menos profundas, música...
A toda esta pérdida personal hay que unir el susto, la rabia, la impotencia y el agradecimiento porque todo se quedó ahí. Pero detrás de todo esto hay un montón de días sin dormir pensando en lo que podía haber sido y –menos mal– no fue, en el si hubiera dicho, si hubiera hecho, si hubiera ido... y en esa inseguridad que nos atenaza a todos.
Entre todo ello denunciamos el robo a la Policía y desde ese momento se hizo cargo del tema la Policía judicial, que obró siempre con una profesionalidad extrema, una delicadeza suma y una diligencia impresionante.
No habían pasado cuatro días cuando llamaron a mi hijo para comenzar las ruedas de identificación de fotos. Varias (¿pero cuántos individuos sospechosos viven en nuestro país?).
En la última de ellas, la Policía judicial informa a mi hijo del paradero de su móvil, por supuesto ya muy lejos de Asturias, y otros detalles del suceso en cuestión, y le indican que en el plazo de una semana le llamarán para darle más información.
Hacía un mes escaso del día de autos, pero, efectivamente, esa semana más tarde cuando le llaman la Policía judicial hace entrega a mi hijo de su móvil. Eso sí, vacío, ya se encargaron los cacos de «limpiarlo» y hasta le quitaron la pegatina del IMEI, pero la Policía judicial lo encontró igualmente.
Por eso esta carta. Porque hoy que entre las páginas de nuestros periódicos vemos escándalo tras escándalo, y parece que nadie tiene escrúpulos, ni principios, ni valores, puede que necesitemos saber que también «lo otro» existe.
Por eso quiero agradecer y destacar el trabajo de nuestra Policía judicial, y no sólo por su resultado sino por toda su trayectoria en este caso. Gracias.
Lourdes Pérez-Silva García
Oviedo
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