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Oviedo: planes de choque o choque de planes

7 de Febrero del 2011 - Félix Martín Martínez (Oviedo)

La mayoría de los ovetenses, y tras los ocho años (1983-1991), de oscurantismo municipal a cargo del alcalde socialista Antonio Masip (el peor alcalde desde Alfonso II El Casto, hasta la actualidad), saludamos con alegría la puesta en marcha de los llamados planes de choque. Desde 1991 y con una velocidad de vértigo, como si nos persiguiera el enemigo, los equipos de gobierno de Gabino de Lorenzo fueron poniendo en marcha las nuevas actuaciones peatonales, cuya apariencia (sólo eso), fue clonada por numerosas ciudades españolas, también por muchas poblaciones menores. Y decimos que sólo se copió la apariencia, porque ninguna ciudad que haya tenido a Oviedo como referencia de sus planes peatonales, ha utilizado los paupérrimos materiales colocados en ésta.

Así las cosas, y no sin las reticencias iniciales de los comerciantes, los ovetenses fuimos ganando espacio a los automóviles, a partir del agrandamiento de las aceras, expansión de zonas peatonales, etcétera. Hasta aquí todo bien, en lo que se refiere a las intenciones señaladas, de abandono del coche, en una ciudad que se recorre andando de punta a cabo, en apenas media hora.

Pues bien, lo que inicialmente se había convertido en la consecución de unos logros estimados por su comodidad y modernismo, se ha convertido a los pocos años, en la mayor hipoteca para todos los ciudadanos ovetenses. Al grano. A partir de hoy, casi resulta imposible encontrar en la ciudad de Oviedo y aledaños, un espacio peatonalizado de 50 metros cuadrados, una acera, etcétera, que no se encuentre en un avanzado estado de deterioro. Caminar por Oviedo, «cloc» «cloc», sobre todo con el piso mojado, se ha convertido a día de hoy, en un suplicio escabroso, incómodo, y hasta peligroso. Son innumerables los casos de denuncias de peatones que han tenido que ser indemnizados con sumas multimillonarias como consecuencia de haber sufrido accidentes, caídas, etcétera. Todo ello, claro, a cargo del bolsillo de todos los ovetenses, en forma de unos impuestos más propios de ciudades de paraíso fiscal.

Hay ejemplos verdaderamente evidentes. El Oviedo antiguo, prácticamente en su totalidad, fue inicialmente reurbanizado a partir de la utilización de unos adoquines artificiales a base de una arenisca que, a los pocos años fue literalmente engullida por las inclemencias meteorológicas. Los irresponsables municipales del asunto, con Gabino de Lorenzo a la cabeza (recuérdese, ingeniero de Minas), fueron incapaces de emplear los materiales necesarios para que dichas obras fuesen literalmente eternas, siendo los utilizados, los peores de todos los posibles, y de la peor forma posible. ¿Cuál es el resultado? Una buena parte del Oviedo antiguo, ha tenido que ser levantado, cambiando dichos materiales (calle Mon). El resto, permanece en un estado de deterioro, verdaderamente lamentable. La calle Uría es otro de los miles de ejemplos posibles. Apenas hace un par de años, ha tenido que ser levantada de nuevo, con la utilización ahora de unos materiales graníticos de mayor calidad. La calle Campoamor ha sido levantada tres veces; la Losa de la Renfe está completamente quebrada, y con cuatro escaleras automáticas siempre paradas.

Pues bien, ahora le toca a las calles Caveda, Nueve de Mayo y Manuel Pedregal, cuyo estado de destrucción es igualmente, tercermundista. Aquí concurren parecidas circunstancias que en el Oviedo antiguo, con la colocación de unos adoquines de Tercera División. Y es que, sobra decirlo, nada justifica esta situación de avanzado deterioro en tan pocos años; ni siquiera la utilización de estos espacios peatonales por los camiones del servicio de limpieza, o de reparto de mercancías (todos ellos de gran tonelaje). Nada lo justifica, insistimos. Todo ello debió de ser previsto a la hora de escoger dichos materiales, y sobre todo a la hora de colocarlos correctamente, tal y como ha hecho el resto de ciudades, después de la nuestra.

Todo ello, por no hablar de los horrorosos catafalcos a modo de jardineras, que igual que las setas, se han multiplicado por la ciudad hasta un extremo empalagoso. El mobiliario urbano, los cachivaches (Gabino de Lorenzo los llama esculturas), son, con poquísimas excepciones, otro de los graves errores de la época gabiniana. Los más de estos cachivaches, tal y como ya hemos denunciado en varias ocasiones, deberían pagar un canon por utilización de espacio público. Por si fuera poco, las fuentes (cuyo mantenimiento es igualmente escandaloso), la de la plaza Longoria Carbajal es el ejemplo más espantoso. No sólo ocupa la casi totalidad del espacio donde se ubica, sino que además ha tenido que ser clausurada por la justicia, tras las denuncias de los propios vecinos. ¿Algo más? Sí, claro. Todos los ciudadanos nos encargaremos de demostrarlo en mayo.

Félix Martín Martínez

Oviedo

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