Tres psiquiatras, tres libros y un objetivo: tener una vida con sentido
Escuché hace unos días a la psiquiatra Teresa Pérez-Espinosa; sus palabras me inspiraron a escribir sobre un tema necesario porque mejora no solo la salud física, sino también la emocional. Con verdadera convicción nos animaba a vivir una vida con sentido o, lo que es lo mismo, a tener un buen propósito de vida. Ya lo atisbaba Nietzsche cuando decía que «quien tiene un porqué es capaz de soportar cualquier cómo». Lo estamos viendo ante el tremendo desastre que ha causado la dana.
Somos cuerpo, mente y espíritu. Para cuidar la salud de manera integral no solo hay que prestar atención a nuestro bienestar físico, también a nuestro componente emocional. Precisamente el cerebro humano tienen la capacidad de producir cuatro sustancias naturales protagonistas de nuestro bienestar: las endorfinas, la serotonina, la dopamina y la oxitocina. En la medida que nuestra vida se ancla en su verdadero sentido estas sustancias actúan y, sin apenas darnos cuenta, el bienestar personal es mayor.
Es la tesis de una segunda psiquiatra, Marian Rojas, en su último libro, "Recupera tu mente, reconquista tu vida": «La felicidad depende del sentido que le damos a la vida. No podemos vivir en el vacío, ya que la mente, el corazón y el espíritu ansían tener donde agarrarse».
Sumario: La importancia de cuidar la salud emocional para alcanzar el bienestar personal
Destacado: A través del sentido nos hacemos resilientes y somos más capaces de sobrellevar del mejor modo posible lo que vaya llegando, por complicado que sea
Lo descubrió en sus carnes un tercer psiquiatra, Viktor Frankly, mientras permanecía recluido en un campo de concentración. Descubrimiento que plasmó en una obra imprescindible, "El hombre en busca de sentido", publicada en Alemania en 1946. En este libro comparte la idea de que un hombre con sentido puede soportar lo que le venga por muy difícil que sea, mientras quien carece de ese sentido sucumbe a la primera de cambio.
Encontrar o tener un sentido de vida lleva al ser humano a crecer, a lograr sueños maravillosos. Ese sentido puede ser trascendente, es decir, puede estar motivado por una creencia espiritual. Me lo decía no hace mucho un amigo a propósito de la muerte de una tercera persona conocida: «Envidio a los que tenéis fe. La fe resuelve muchas cosas, pero yo no la tengo», concluía con cierto desencanto. Le di la razón y le animé a descubrir esa tercera dimensión de la vida, para mí muy importante.
Sentido es también superarse, compartir con los demás, plantearse una vida de servicio a través de un trabajo bien hecho, que nos hace mejores y perfecciona el entorno; tender la mano a quien nos necesite —como la respuesta ejemplar de los voluntarios implicados en Valencia—, o ahogar el mal que nos podamos encontrar (la falta de honestidad, la mentira, la envidia y, tristemente, un largo etcétera), ahogarla con el bien que nos propongamos realizar, proyectando una vida integra, veraz, transparente y comprometida.
Además, a través del sentido nos hacemos resilientes y somos más capaces de sobrellevar del mejor modo posible lo que vaya llegando, por complicado que sea. Al mismo tiempo, tener un propósito nos conduce a una actitud que nos chuta de bienestar. Me refiero al agradecimiento. Los pequeños gestos diarios de gratitud potencian nuestras hormonas de la felicidad.
El objetivo no es fácil pero tampoco inalcanzable. Basta con cambiar el foco y proponérselo. Así nos lo plantea un filósofo de moda, el surcoreano Byung-Chul Han', autor de "La vida contemplativa", donde hace un llamamiento a abrir los ojos y abandonar la hiperactividad para recuperar el sentido de nuestras vidas, el equilibrio y la riqueza interior. Casi nada, pero creo que merece la pena.
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