Tic, tac, tic, tac...
Recordatorio de recordatorios. La conciencia es inmensamente fuerte: es más fuerte que la pereza, el egoísmo y la vanidad.
Hermann Hesse
Ayer las campanadas horarias de nuestro reloj de pare han dejado definitivamente de acompañarnos. El latir de ese ser que nos acompañó fielmente y con enorme cariño desde que apenas éramos adolescentes se fue a su estrella. Ya desde el pasado sábado este escribidor acercaba durante la mañana, al mediodía y la noche la escalerilla de mano a la pared del pasillo que él habitaba. Subíamos unos peldaños y una vez tras otra le hacíamos «el boca a boca». Mas permanecía inerte; bueno, inerte, inerte no: unas lágrimas salían de su alma. Y de la nuestra también...
Exactamente no sabemos a ciencia cierta qué edad tenía nuestro sonoro y suave tic, tac, tic cariñoso a más no poder... Sí sabemos que había sido de nuestros abuelos maternos ya desde que éstos se casaron...
Abrazos, en general. Besos para ti, Natalia, María Aurora, Arancha, África (preciosa renacuajilla que acaba de llegar a este mundo). Respecto a Maite y Freddy están bien, muy bien. ¿Verdad, Natalia, que recuerdas mucho, mucho, mucho a esa pareja de tus muñecos de cuando tú eres niña? Segurísimo, que sí. Desde que se los has regalado a «La tacita», los cuatro dormimos juntos.
Despedida y cierre. Érase una vez.
Félix Richard
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