Llegará la Navidad
En otros tiempos llegaban con ella los momentos de las cenas compartidas con los más íntimos, los momentos para los recuerdos y los sueños más emotivos. Eran las fiestas más largamente esperadas.
Pero esos momentos de amistad y camaradería, de recordatorio emocional, de paz y alegría, parece que ya no logran perdurar. Tras la palabra Navidad había lo que hoy ya no se nombra en nuestros días. Hoy, la Navidad, para muchos, son solo días para la dicha, lejos de todos aquellos nuestros ensueños remotos.
Hemos dejado a Dios inactivo, lejano. El orgullo intransigente de ahora piensa que la Navidad nos distraía como en un sueño. Pero no eran solo ilusorios sus colores, no; también hablábamos de la paz, de los vecinos enfermos, de los pobres, de los solos y de los sin techo. Y muchos éramos los que íbamos a visitar a los enfermos de La Cadellada.
La Navidad nos invitaba también a preguntarnos: ¿quién era Jesús? Y esto era algo serio para nosotros. Los niños de Guillén Lafuerza, como los pastores, no éramos trasnochadores, ni confundíamos el sueño de las estrellas con el nuestro. Ni nuestros caminos andaban por la luna. Y así, en aquel pobre barrio, acertamos a salir de nuestra propia pobreza y recuperar el sabor del sueño y de la espera. Nuestras noches siempre terminaban aclarándose. Y en el barrio aún no necesitábamos una iluminación deslumbrante que ocultara tantas cosas.
Hace años, en una de las noches de la Navidad y de mi adolescencia, leyendo el "Diario de Ana Frank", terminé llorando. La vida ha endurecido mi corazón, lo reconozco. Pero no quisiera terminar estos días deshumanizado. Estas Navidades quisiera recordar a las víctimas de Ucrania y Gaza. Y, de veras, quisiera ser capaz de hacerlo con aquella limpia emoción de aquella noche. Para desearles la gran paz que la gente más sencilla encontró en Belén. Para deseárosla también a todos vosotros.
Ceferino Suárez de los Ángeles
Madrid
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