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De Nelson Mandela a Barack Obama

1 de Marzo del 2009 - José María Huerta González (Oviedo)

Nelson Mandela, político sudafricano, con la muy larga e insufrible situación de que una gran mayoría de personas de raza negra (con todo respeto este calificativo) bajo la dominación de una notable minoría de raza blanca, sostuvo una muy larga lucha, líder del Congreso Nacional Africano, para lo que sostuvo y defendió un programa de resistencia pasiva. Acusado de traidor, fue juzgado y absuelto.

Nuevamente detenido por su actividad, condenado a varios años de prisión; pero antes de cumplir esta condena, nuevamente juzgado y condenado a cadena perpetua; lo que hizo que la gran presión de gobiernos y organismos internacionales fuera liberado, y constituido presidente del Partido Nacional Africano. Tras unas elecciones multirraciales casi a finales del siglo XX, fue nombrado presidente de la República Sudafricana.

Hace pocas horas, elecciones presidenciales en Estados Unidos, otro líder del mismo color y ya de raza afroamericana, Barack Obama, el candidato a la presidencia de la más fuerte, moderna y democrática potencia mundial (a pesar de sus lacras internas...), y ello tras una campaña en la que no sólo venció sino que incluso convenció a la mayor parte del electorado.

En medio de ambas figuras humanas e históricas, hubo un Luther King, misma raza y color, que defendió su raza sin ofender a la raza dominante, pero que, por pronunciar en campaña «tengo un sueño...» Fue asesinado. Su esfuerzo y sacrificio, unidos a la labor del africano Nelson Mandela, hicieron que fuera consiguiendo madurez política el justo ideal de defensa de un sector humano multisecularmente perseguido humillado, hasta extremos tales como aquel movimiento del conocido Ku Klux Klan, que era toda una furia humana concentrada en la persecución de personas de raza negra. Y escenas como la de algunos restaurantes se negaban a servir comida a personas de raza negra. O de escenas en servicios de transporte público, se obligaba a retirarse del asiento a ciudadanos de raza negra, de modo tal que si alguno osaba alegar: «Soy un ciudadano libre», tenía que escuchar salvajadas como ésta: «Tú no eres nada, sólo eres un negro», et sic de caeteris...

Hoy se ha abierto la esperanza de que entre una nueva era, que facilite, entre otras muchas ideas, la paz racial, que será el prólogo de una paz universal. El esfuerzo y sueño de Luther King y la labor larga, insistente, de Nelson Mandela (que, entre otros méritos, estuvo en Oviedo en 1992, a recoger el premio «Príncipe de Asturias» de Cooperación Internacional) van completando un capítulo más de la dignidad humana. «Que Dios me ayude», dijo Obama al final de su discurso de toma de posesión de la presidencia yanqui. Efectivamente, que Dios le ayude a él y a todos los gobernantes. Está en peligro la paz mundial.

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