Siria llega a 2011
Ha caído Siria, por lo menos momentáneamente. Los medios llevaban unos días vaticinándolo y han apoyado sin tapujos a los sublevados. Con una breve búsqueda podemos ver con nuestros propios ojos la unidad que presentan los grandes periódicos en relación al desastre sirio. Todos ellos utilizan dos palabras clave: “rebeldes” y “derrocamiento”. No hablan de exmiembros de Al-Nusra ni de Hay’at Tahrir Al Sham (HTS), no. Muy pocos hablan de golpe de Estado. Casualmente son rebeldes, reformistas, opositores o incluso revolucionarios. Todo lo que nos suena bien desde nuestro fundamentalismo democrático occidental.
Incluso conocidas feministas e intelectuales de la órbita socialdemócrata han mostrado su apoyo a estos curiosos rebeldes siempre bajo el lema de “¡Abajo la dictadura!”, como si las facciones islamistas fuesen a implantar una especie de gobierno de coalición basado en la tolerancia y el respeto a las minorías.
Y es que el pensamiento Alicia, tal y como lo definía Gustavo Bueno, ha invadido casi todas las capas de la sociedad española. Los intelectuales creen que la única forma de gobierno en el mundo es la democracia, pero lo que va a encontrar Siria es su balcanización y la Sharia. Netanyahu no ha tardado ni un día en romper el acuerdo de 1974 para justificar su invasión, y el terrorista árabe Al-Golani ya ha dado su primer discurso gubernamental en una mezquita.
Lamentablemente, Siria ha llegado, o la han llevado, a 2011. Se le ha puesto una cara de Libia terrible. Y parece que no hemos aprendido nada.
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