Día Internacional de las Montañas. ¿Y si no pudiéramos hacernos la foto?
Llevo más de tres décadas haciendo montaña, esa que es amiga, confidente, maestra, psicóloga… Montaña que te da collejas hasta en el carnet de identidad, que te pone en tu sitio y que a pulso te forja un carácter resiliente y adaptable. Montaña que te da amistades imperecederas, que te llena, te acaba definiendo y por la que a veces incluso arriesgamos nuestra propia vida.
Como mujer dedicada profesionalmente a guiar en la montaña y socia de Mujeres de Empresa, quisiera aprovechar el Día Internacional de las Montañas para reflexionar sobre el aumento de colorines y minimalismo que se ha impuesto en los deportes relacionados con este medio natural. Las redes sociales vomitan a una velocidad inalcanzable una realidad distorsionada de lo que realmente tiene de compromiso acudir a la montaña. Poso, voy a juego, descargo un track sin contrastar su fiabilidad, llevo una minimochila -porque, claro, más grande pesa-, si tengo sed gorronearé a alguien, ni idea de usar mapa y brújula -eso es del Pleistoceno-, y si me pasa algo llamo al 112, que para eso pago impuestos. Eso sí, las fotos para Instagram, sagradas.
A veces me pregunto cuántas personas de las que ahora pululan por cumbres y refugios de montaña estarían realmente allí si no pudieran hacerse fotos y compartirlas. Me temo que cientos contestarían: "Por nada del mundo".
El 15% de la población mundial que las habitan, bajo condiciones y climas muy severos, se encuentran más expuestos al hambre y déficit de nutrientes
Las actividades de montaña -en su justa medida- reportan enormes beneficios fisiológicos al ser ejercicios aeróbicos y de resistencia que mantienen saludables nuestro corazón, pulmones y sistema circulatorio. Mejoran la propiocepción y cinestesia, activan los sistemas respiratorio y cardiovascular, tonifican la musculatura, benefician a los huesos y articulaciones y refuerzan nuestro sistema inmunitario. En el plano psicológico, mejoran la memoria y las capacidades cognitivas, generan endorfinas y dopamina -causantes de sensaciones placenteras-, así como serotonina, causante de sentimientos positivos y del aumento de autoestima. Nos hacen experimentar la atención plena en situaciones de concentración, reduciendo el estrés y la ansiedad. Y hacen predominar las ondas alfa en nuestro cerebro, ayudándonos a la relajación y coordinación mental. Por si fuera poco, compartir las jornadas de montaña aumenta nuestros niveles de oxitocina. ¿Quién da más? Se me antoja que la foto no debería ser, ni mucho menos, el fin en sí mismo. Como profesionales de la montaña tenemos el deber no solo de velar por la seguridad de quienes nos acompañan, sino también de educar en la consciencia y el respeto con la que debemos de acudir a ella.
Ser conscientes de la riqueza y biodiversidad del terreno de aventura en el que nos movemos, del respeto que le debemos y que demostramos cuando acudimos con la información, preparación, planificación y equipación adecuadas. Así, no solo respetamos a la montaña y a su esforzada población, sino a nosotros mismos, a nuestra familia y amistades y a los equipos de rescate, que no tendrán que salir en nuestro auxilio.
Pero no nos olvidemos que, si existe un Día Internacional de las Montañas, no es para mirar nuestro propio ombligo. Hoy es cuando toca recordar que las montañas suministran agua dulce para más de la mitad de la humanidad, albergan la mayoría de los puntos críticos de biodiversidad del planeta y se encuentran gravemente amenazadas por el cambio climático. Los urbanitas vamos a las montañas para estar más felices y sanos, mientras el 15% de la población mundial que las habitan, bajo condiciones y climas muy severos, se encuentran más expuestos al hambre y déficit de nutrientes, a la marginalidad social, y presentan ratios significativamente altas de mortalidad.
Apenas recuerdo mi foto en la cumbre etíope del Ras Dejen, pero nunca olvidaré los pies descalzos, las ropas rotas y las caras hambrientas de la población que me crucé durante la ascensión. Imágenes nítidas y dolorosas, que no caben en una foto.
Luz M. R. Vidal
Oviedo
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