Una Navidad al revés
En las Navidades, los villancicos volverán a metaforizar el mercado y la frivolidad. La iluminación callejera coloreará nuestra rutinaria necedad. Y, a la larga, hasta se pueden convertir en novedad tantas de nuestras monótonas necesidades infantiles. ¿Puede ser que las Navidades signifiquen otra cosa?
Lo fue para los discípulos del Señor. La impresión que Jesús les provocó, la fascinación que su persona, su mensaje y su muerte les causaron no la olvidaron. Y, con acertada razón, los evangelistas Mateo y Lucas empiezan a recordar, con el lenguaje de la fe, la historia de Jesús en Belén.
En Belén, en un pesebre, los humildes pastores y pobres magos habían encontrado la respuesta a la pregunta: "¿Quién es Jesús de Nazaret?". Y todo en la paz de la noche. Los humildes solo eran dueños de sus sueños, pero aquella noche no estaban para soñar, no. La luz se les desvelaba en las altas horas del sueño. Y era algo más que un sueño: era una Navidad al revés de lo esperado. Sorprendentemente, encontraron en un establo el amor y la paz.
Después de recordar todo esto, los discípulos habían de vivir la vida de un modo distinto. Y empezaron no solo a hablar de Jesús con el lenguaje de la fe, sino a vivir de un modo distinto, y sin convertir así su fe en ideología. Pues habían visto cómo en Belén los sencillos y los pobres comenzaron a ver lo que Dios era para todos. Desde que lo contemplaron en aquel humilde espejo, no solo habían hallado allí la verdadera imagen de Jesús, también la suya, y aún más que la suya. Y de ese modo les fue posible encontrar el amor y la paz.
En estas Navidades es mucho lo que se nos ofrece para poder celebrarlas. Sin embargo, quiero pensar que aún queden cristianos que las celebren al revés. Sería una ganancia para el mundo. Si no existieran, lo seguiríamos empobreciendo.
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