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La familia y la nueva revolución sexual

17 de Diciembre del 2024 - J. J. J. Suárez González (Gijón)

Los roles de los hombres y las mujeres están cambiando aceleradamente en las sociedades occidentales influidos por nuevas circunstancias, nuevos comportamientos, nuevas tecnologías y, sobre todo, una nueva forma de reparto del trabajo y, en consecuencia, de la economía de las personas, que incide directamente en las relaciones sociales, familiares y personales. Aunque hay causas completamente nuevas para que se esté produciendo una revolución sexual y, por tanto, social, otras son muy viejas, están olvidadas o la gente no sabe nada de ellas. Los movimientos feministas hicieron bandera de la lucha contra el patriarcado, acusando a los hombres de tenerlas subyugadas en su rol social y en sus derechos. Yo no voy a negar que hay mucho de cierto en eso, pero el patriarcado no apareció porque sí, ni fue algo instaurado en las sociedades humanas desde siempre, al contrario, fue el matriarcado, un matriarcado brutal, lo que imperó durante la mayor parte de la historia de la Humanidad. Nadie ha hecho un estudio tan científico sobre las relaciones sociales y familiares como Federico Engels, el amigo y mecenas de Karl Marx. En su libro "El origen de la familia, de la propiedad privada y del Estado", Engels nos muestra cómo son la economía y la división del trabajo los que determinan las relaciones sociales y familiares, y también las relaciones sexuales. Citando en ese libro al antropólogo estadounidense Morgan y su concienzudo estudio sobre las tribus americanas, Engels nos habla del matriarcado que entonces imperaba, hasta el punto de que ni siquiera existía la palabra "padre", porque la promiscuidad sexual de las mujeres era tal que no se sabía de quién eran los hijos. Engels también nos descubre cómo apareció el patriarcado, fue cuando los cazadores y recolectores nómadas se asentaron y se convirtieron en agricultores y ganaderos. Entonces los hombres, que antes de las bestias eran los que tiraban del arado, exigieron que los hijos a los que tenían que alimentar con su rudo trabajo tenían que ser inequívocamente suyos. Esa fue la primera revolución social y sexual de la Humanidad, la creación de la familia.

La incorporación de la mujer al trabajo, permitiendo una mayor independencia económica, tiene mucho que ver con los nuevos roles hombre-mujer y con la nueva revolución sexual a la que asistimos. Lo de los años 60 del siglo pasado, con el movimiento hippie, no fue una revolución social y sexual porque no estaba directamente relacionada con los condicionantes económicos. De hecho, muchas de aquellas parejas que en un momento fueron promiscuas y se permitieron todo tipo de excesos, también sexuales, acabaron en matrimonios tradicionales y siendo padres y madres como lo fueron los suyos. ¿Estoy yo en contra de la incorporación de la mujer al trabajo? No, ¡por Dios!, solo constato que eso tiene consecuencias y, para mí, no son todas buenas. Los hombres ya pasaban muchas más horas al día con sus compañeros de trabajo que con sus esposas y sus hijos, y ahora eso también lo hacen las mujeres, que interactúan en el trabajo con los hombres. Esas interacciones personales en la mayoría de las ocasiones no tienen consecuencias perniciosas, pero en muchas otras, sí. La mayoría de las infidelidades se fraguan en los puestos de trabajo. Que los hombres eran "infieles por naturaleza" era una patraña, si había hombres infieles era también muchas veces porque había mujeres infieles o porque los hombres tenían que recurrir a la prostitución (algo que, por supuesto, no defiendo) por diversas causas que no vamos a analizar ahora.

En la mayoría de las rupturas matrimoniales o de pareja la infidelidad y la falta de respeto (para decirlo de una forma suave) son las causas principales y, como saben bien los abogados/as de familia, ya son más las provocadas por las mujeres que por los hombres. Hay condicionantes muy poderosos que ayudan a esto, no solo la mayor independencia económica de las mujeres, también que, merced a unas leyes muchas veces estúpidas, las mujeres salen casi siempre beneficiadas económicamente en los casos de divorcio y que, además, incomprensiblemente, la infidelidad no es ni una causa dolosa ni penaliza de ninguna manera al infiel, al traidor, sea este hombre o mujer.

No podemos olvidar la importancia que las nuevas tecnologías están teniendo en los nuevos roles hombre-mujer y en la nueva revolución sexual a la que asistimos. En concreto, las redes sociales, como WhatsApp y otras, se han convertido en un arma de destrucción masiva de parejas y matrimonios. La gente dice y hace cosas en las redes sociales que nunca se atrevería a hacer en persona y es muy frecuente que las conversaciones banales avancen rápidamente hacia interacciones muy personales, incluyendo incluyo fotos y vídeos de carácter íntimo, que luego se trasladan a las interacciones en carne y hueso. Aún no hemos visto nada, porque la IA promete. En resumen, asistimos en vivo y en directo a la destrucción de la familia y me temo que no vamos a poder hacer nada para evitarlo.

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