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Mágicos elixires

17 de Diciembre del 2024 - Javier Cortiñas González (Villaviciosa)

Los que conocimos otros tiempos, cuando aparecían los síntomas de sed, lo que ahora se denominaría de manera más técnica síntomas de deshidratación, recurríamos a lo que siempre estuvo a mano: el agua. Como además desconocíamos el fenómeno del calentamiento global, que por añadidura también nos tiene bien caliente la cabeza, las fuentes eran frecuentes en calles y plazas y hasta el más humilde pueblo tenía la suya, con chorros de agua corriente más o menos abundantes, pero siempre frescos. No existía el agua embotellada, salvo alguna que otra marca reconocida en cuya etiqueta figuran impresos los premios que les habían concedido en alguna que otra feria internacional. Como la nevera y frigoríficos todavía no estaban al alcance de nuestras humildes economías, se usaba el botijo, un familiar y panzudo recipiente de barro coronado por un asa, dotado de un orificio en forma de oreja circular destinado a llenarlo y otro en forma de pitorro con un pequeño agujero por donde se vertía a un vaso o se bebía directamente escanciándolo en la boca, cuidando de que ambos fluidos, el agua y el aire circulasen por las vías destinadas para ellos so pena de experimentar desagradables atragantamientos. Aquel sencillo recipiente de barro poroso, que permitía tener las paredes húmedas y evaporar su humedad, absorbiendo el calor de dentro enfriaba el agua interior, tal como muchos años más tarde un director de la empresa donde trabajé trataba de hacerles entender a unos tejanos grandotes, refiriéndose al recipiente como "the spanish device to keep the water cool", todo dicho con el mejor acento del incipiente inglés que se estilaba por entonces en la margen derecha de la ría de Bilbao. Se prodigaba y extasiaba ante tal maravilla de la tecnología patria, quizás para controlar la conversación y así evitar cuestiones complicadas. Aseguraba que no era el ejemplo único de nuestro ingenio a la hora de aportar un pequeño granito de arena al acervo de la ciencia universal, pues no podíamos olvidar al otro elemento casero compañero de mesa llamado porrón, del que no se extendía en detalles para poderlo usar como tema en alguna comida posterior.

Qué distintos son ahora nuestros días, pues a pesar de que entonces también se disponía de zumos de fruta, agua de limón, sifón y gaseosa y hasta agua de litines, sin olvidar otras bebidas típicas como el agua de cebada y la horchata, ahora existe en el mercado una gran variedad de bebidas alternativas al agua. Catalogadas como bebidas funcionales, etiquetadas como aguas enriquecidas, bebidas energéticas o bebidas deportivas, no solo están destinadas a paliar la sed, sino que también aportan supuestos beneficios para la salud.

Su consumo viene impulsado por agresivas campañas de marketing de las empresas de refrescos carbonatados, ante la madurez del sector de bebidas. Apoyadas además en la enorme difusión que proporcionan las redes sociales e impulsadas por la conciencia creciente de los consumidores sobre la salud y el bienestar, desde la pérdida de peso, la inmunidad, la protección de las articulaciones, la mejora del rendimiento físico, la memoria y la agudeza mental, etcétera.

Bebidas cuyo componente principal es el agua, a la que incorporan un popurrí con algunos de los siguientes ingredientes en diferentes proporciones: estimulantes como la cafeína pura o aportada con extractos de plantas como guaraná, mate, té, cuyo efecto es potenciado con la adición de taurina. Carbohidratos como la glucuronolactona, un componente de la estructura de los tejidos conectivos. Aminoácidos como la carnitina que interviene en la metabolización de las grasas, o los L-isoleucina, L-leucina, L-valina para reducir la degradación muscular durante el entrenamiento físico. Azúcares y edulcorantes. Extractos de plantas como ginseng para incrementar la resistencia o ginkgo biloba que ayuda a mejorar la circulación dilatando los vasos sanguíneos. Vitaminas A, B y C. Sales minerales para evitar la deshidratación y mantener adecuado el nivel de electrolitos. Alguna bebida incluso anuncia que contiene setenta y ocho sales minerales oceánicas nada menos, donde participan casi todos los elementos de la tabla periódica, una manera casi segura de acertar con algunas. Incluso una proporción substancial de agua del océano Atlántico, específicamente de la "Costa da Morte" gallega, que al parecer aporta un ligero sabor a percebe. Alguna incluye té fermentado por un hongo Manchú, lo que le da un cierto toque exótico sin duda. A pesar de que los supuestos beneficios que se les atribuyen a cada una de los ingredientes mencionados o sus posibles efectos sinérgicos no están soportados por pruebas científicas concluyentes que los justifiquen.

Conviene tener en cuenta que las substancias estimulantes disminuyen temporalmente la sensación de fatiga y agotamiento -además de aumentar la atención y proporcionar un incremento de la resistencia física- inhiben las sensaciones de cansancio o sueño. No eliminan realmente la fatiga muscular ni el agotamiento en general, solamente inhibe temporalmente estas sensaciones mientras se mantienen sus efectos en el organismo. Son bebidas que se han creado para incrementar la resistencia física, habilitar reacciones más rápidas a quien las consumen, lograr un nivel de concentración mayor, evitar el sueño; en general destinadas a alumnos, conductores, profesores, deportistas, oficinistas, trabajadores nocturnos y otros.

Aunque no existen pruebas concluyentes de los beneficios que aportan las bebidas funcionales, sí se está demostrando que, su abuso, además de comportar riesgos para la salud, puede servir de droga puente hacia otros estimulantes más peligrosos y caer en la drogadicción; por no hablar de la costumbre desgraciadamente extendida entre nuestros jóvenes de consumirlos mezclados con alcohol, concretamente con un licor de hierbas alemán que contiene un treinta y cinco por ciento de graduación alcohólica. Una mezcla explosiva que provoca rápidamente la aparición de coma etílico con la consiguiente saturación de los servicios de urgencia durante los fines de semana. Además del riesgo de provocar arritmias y posibles infartos por ingerir sustancias con propiedades inhibidoras y estimulantes a la vez.

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