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Presumiendo de inocencia

3 de Febrero del 2011 - Ramón Alonso Nieda (Arriondas)

Las amistosas exculpaciones que pasado el shock inicial le están lloviendo al imputado Sr. Riopedre, y de las que LA NUEVA ESPAÑA nos ofrecía un compendio en su edición del 31.01.11, producen la impresión de que, con la mejor intención, le hacen un flaco favor al ex-consejero. A casi todas se les podría dar la vuelta como un guante, lo que obviamente no mejora la percepción de la situación del imputado.

Para empezar, la presunción de inocencia no es un sentimiento gratuito de benevolencia, es una garantía jurídica fundamental que prevalece mientras no haya pruebas concluyentes en contrario. En ausencia de pruebas, la presunción legal se convierte en presunción de hecho y de derecho o, dicho con más claridad, la inocencia deja de ser presumida (que equivale a decir bajo sospecha) para convertirse en probada. Yerra, pues, en primer lugar la Consejera-Portavoz cuando declara que en el estado de derecho el imputado tiene la posibilidad de demostrar su inocencia; la carga de la prueba recae en la acusación, no en el imputado. Nos dicen que el Presidente abroncó a su Consejera por esa declaración. Lo extraño es que haya confiado la misión de hablar en nombre del ejecutivo a alguien que la lía de esa manera con el ABC del derecho y del sentido común. ¿Tan poco se insiste en la facultad de Oviedo en lo de nemo malus nisi contrarium probetur?

Corroborando el equívoco de que la inocencia tiene que demostrarse, aducen algunos a favor del ex consejero la amabilidad con que atendía a las visitas; como si estuviera escrito en los manuales de criminología que los delincuentes, incluidos los de cuello blanco, tratan a sus clientes a gritos y empujones. La inocencia refulge para otros en el tosco aliño indumentario del personaje, con sus chaquetas pasadas de moda y sus camisas raídas; se sobrentiende que los corruptos son unos perfectos dandys que circulan por ahí uniformados de Armani y llevándose lo afanado encima, colgando de la pechera (como llevan los cupones los vendedores de cupones). O la prueba definitiva estaría en la dieta espartana, con abono al menú del día, siempre por debajo de los 10 euros; argumento este de indudable peso, pero que a su vez encuentra un límite en la observación empírica de que, de todos modos, por muy rico que sea, nadie puede comer dos pollos diarios.

-Soy amigo de Riopedre, pero nunca hablé con él de negocios; es perder el tiempo, no los entiende, declara en descargo del ex consejero uno de los proveedores imputados. ¿Y cómo sabe eso el proveedor sin haber perdido el tiempo hablando de negocios con Riopedre? Esa podría ser la pregunta del millón (Lagarto, lagarto). Cómo no pensar, en fin, que a la justicia se le fue la mano al privar de libertad a un septuagenario de salud muy frágil; aunque también en este caso se podría argüir a contrario que a esa edad, con esa salud y desde ese cargo no eran las circunstancias más prudentes para practicar presuntamente deportes de riesgo (prevaricación, cohecho, tráfico de influencias, comisiones, negociaciones prohibidas). A no ser que en el Polideportivo Areces esos deportes se viniesen practicando con arnés de seguridad y póliza contra todo riesgo.

Tiene razón desde luego el profesor Bueno: es inadmisible que se dé el mismo trato a los imputados por corrupción que a los detenidos por terrorismo. El atrezzo de la esposas en el caso de la trama asturiana era obviamente superfluo y por consiguiente manifiestamente vejatorio, impropio de los modales que se esperan del estado de derecho (con independencia de que los imputados sean del PSOE o del PP).¿Esposados, para qué?, se pregunta, cargada de razón, Isabel González Fernández-Argüelles (lne.es, 29.01.11), aportando además el detalle escandaloso de que De Juana Chaos recibiera un trato de mayor consideración.

Resumiendo: la presunción de inocencia es una garantía jurídica incondicional. Es irrisorio ponerla en relación con la pinta del imputado; protegería igualmente a un Riopedre amante de la buena mesa, con corbatas Hermès y calzado por Blahnik (como la señora Renedo, la imputada de postín), si la firma también fabrica para caballeros. Persiste sin embargo la reserva de que cuando el río suena en los juzgados de esa manera, lamentablemente suele llevar pedre. El refranero es un depósito de materiales de aluvión donde se mezclan los prejuicios con la ley de la experiencia.

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