Asturias, en busca de la excelencia
Pues sí, el domingo 22 me tocó a mí y a varios cientos de viajeros no la lotería de Navidad, sino sufrir la incompetencia de Renfe para gestionar los trenes de alta velocidad que entran y salen de Asturias.
Del caos vivido a bordo del tren con salida de Madrid a las 14.59 horas, a lo largo del trayecto y en la estación de León, solo pueden decirse cosas muy negativas. ¿Cómo es posible que alguien, quien sea el responsable, sea incapaz de imponer unos criterios mínimos de seguridad, información y atención al cliente-viajero, alguno con discapacidades muy visibles?
Todo iba normal hasta llegar al intercambiador de León, ahí, como es habitual y por razones técnicas, se detiene el tren, minutos y minutos, vemos el personal de a bordo moviéndose de un lado para otro, empieza a quedar sin energía el convoy de forma alternativa hasta que se apaga todo, lo que provoca que se bloqueen puertas, baños, etcétera. Se hace de noche y después de más de dos horas, el interventor, que es la máxima autoridad, anuncia de viva voz que nos irán a rescatar y que, una vez en León, el tren seguiría sin problema. Y sí, una máquina llegó y nos remolcó cumpliendo esa promesa.
En la estación de León, el tren se para y ordenan, también de viva voz y vagón por vagón -y eran creo que 12-, su desalojo para pasar a unos autobuses que nos irían a recoger. Ahí los viajeros se rebelaron y protestaron y se desgañitaron, incluso al principio se negaban a abandonar el convoy, pero era una protesta abocada al fracaso, pues no había nadie responsable de Adif-Renfe más que el personal del tren. El interventor reiteraba que no era cosa suya, que era una solución de gestión interna, ajena a su cometido. En este punto, quiero destacar la labor del personal de seguridad de la estación para ayudar al viajero.
Los cuatro autobuses que se necesitaron para acoplar a los viajeros, que estaban en la calle a unos 5 grados, tardaron una media hora en llegar.
El confort pagado por el billete se acabó diluyendo en unos autobuses con la ITV pasada, poco confortables para un viaje agotador, pues eran cerca de las nueve de la noche. Al final los viajeros de Oviedo llegamos a destino a las 22.12 horas, agotados, maltratados y despreciados por un ente estatal.
Y, mientras, el señor ministro de Transportes, Óscar Puente, auditando los contratos de Ábalos, para buscarles las cosquillas a los jueces; el señor presidente del Gobierno, defendiendo lo indefendible; demasiado político con el estómago agradecido votando lo que no quiere y una Asturias que no despega. El abandono del campo, las crecientes dificultades de los ganaderos (con el lobo al acecho de sus reses); la sidra, reciente Patrimonio Inmaterial de la Humanidad pero con mínima protección para la plantación de pomaradas que aseguren un producto cien por cien asturiano; Aceralia, con muchas dudas; Duro Felguera, en momentos críticos, etcétera. Solo Windar está en la onda de desarrollar una zona que necesitaba aire fresco para empujar a una región que lo tiene todo, pero que se gestiona de forma mediocre. Cuidado, porque el tren de la excelencia está pasando por Asturias y con los encargados de conducirlo, de seguir así, no tardará en descarrilar. Al tiempo.
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