Por qué

27 de Diciembre del 2024 - Marino Iglesias Pidal (Gijón)

Por qué el hombre no deja de darse la chapa con lo de, si primero, el huevo o la gallina.

Por qué no mete el gallo en la duda. Será para falagar a las feministas.

Y por qué nunca se pregunta si primero él o la mujer.

Porque, para esto, en vez de preguntar, ha preferido inventar. Y aceptar, como verdad absoluta, su absoluta invención sobre la creación.

Y, en cuanto al huevo o la gallina, al principio, le trajo sin cuidado el orden en que Dios los había creado.

Al principio. Y ahora le preocupa otro tanto de lo mismo. Si, en ocasiones, se lo pregunta, es porque, cuando se aburre, careciendo de rabo para matar moscas...

Qué pérdida de tiempo, ¿verdad? Pero, ¿alguien se libra de... una vena detectivesca, que le incite a investigar de dónde viene el hombre y, sobre todo, a dónde va?

De la primera cuestión, casi todos. Y de la segunda, casi nadie.

Esa primera, normal, que, a la mayoría, se la traiga al pairo. Es pasado. Y el pasado ya no nos va a pasar.

Otra cosa ocurre con la segunda. De ninguna manera está el hombre dispuesto a aceptar eso de polvo eres y en polvo te convertirás.

Inteligencia, conciencia y consciencia, trilogía acojonada en su interdependencia. Aunque, en honor a la verdad, en distintos grados, dependientes del tiempo discurrido.

En principio, al inicio del camino, no le para bolas. Pero, cuando le cuesta, por la vieyera, mover los pies y, por el desgaste de las suelas de sus zapatos, le duelen las plantas, ¡ahí sí qué!

Y, ahí, donde ya los recuerdos, si el alzhéimer no se los ha jodido, o bendecido, según, pienso yo, que le hagan sonreír o torcer el gesto, es cuando viejera uno se pregunta, ¿qué hará en su ánimo el signo de sus andanzas?

¿Se dejará la conciencia ser manipulada por la inteligencia, antes de pasar el mensaje a la consciencia?

¡Ojalá que no! Ya que la justicia parece, generalmente, ausente durante su vida, que, al menos, se haga patente cuando su muerte se le viene encima.

Lo que es a mí, el pensar que esto pueda ser así, no deja de resultarme un tanto consolador. Pues, que los Zapatero, Sánchez y todo/as lo/as de su calaña se vayan sin, de alguna manera, pagar sus pecados me tiene los nervios alterados.

Pretendo sosegarlos, mis nervios, diciéndome que, el “dios”, racionalizado, que, en verdad sí puede existir, no puede ser otro que la propia conciencia. Justiciera. Freno, eficaz, o no, para algunos pecados durante la vida, y justicia, ¡despiadada! para condenar a los pecadores en su epílogo. Y mejor cuanto viejera más prolongado sea el final ajusticiador. Porque, después, polvo es.

El polvo no se entera de nada, y la muerte no puede, no debería, ser tan injusta con la vida.

Amén.

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