Pueblos "cuquis"
Los pueblos están de moda; bueno, al menos un cierto concepto de “pueblo”. Son los “cuquis”, esos en los que vemos los caminos bien asfaltados, hormigonados o incluso pavimentados, las casas retejadas, pintadas y “modernizadas” (aunque no habitadas de continuo), no hay molestas pilas de “cucho” en las antojanas ni vacas por los caminos, como mucho algún gatín durmiendo la siesta en la pontiga del hórreo o el perrín de la familia que nos sale a saludar meneando la cola. Añadamos a esto un par de casas de turismo rural, un puñado de bienintencionados “emprendedores” llegados de allende Pajares o incluso del extranjero, una conexión de internet adecuada, un bar o restaurante (nada de chigre, eso ye muy anticuado) que ofrezca, a poder ser, platos de gastronomía que “fusiona” el pasado, el presente, el futuro y lo intergaláctico; con todo esto, ya tenemos el modelo de “pueblo” que nos espera para el 2025 y que las redes sociales con sus “viajeros”, “visitantes” e “influencers” de todo pelaje ya están difundiendo y publicitando hasta el agotamiento (de nuestra paciencia).
Dejando aparte las iniciativas individuales y vecinales, que seguro las habrá, poniendo esfuerzo y tiempo en revitalizar nuestras menguadas aldeas, la impresión que me da, a grandes rasgos, es que nos estamos preocupando en maquillar al muerto, más que en buscar maneras serias y eficaces de repoblarlos, reanimarlos y todos los “re-“ que queramos aplicar al caso.
Cuando veo todo este movimiento “neo ruralista” con tantas poses y sonrisas para las fotos, tantos eslóganes del tipo “el pueblo más bonito de Asturias”, “el menú más copioso de Europa occidental”, “la ruta de senderismo más hermosa de todo el hemisferio Norte”, me pregunto si mis abuelos, que se criaron a principios del siglo XX y vivieron los últimos coletazos de una vida tradicional que se había mantenido invariable durante siglos, fueron tontos por tener que criar ganado, sembrar todas las tierras posibles, trabajar en la mina para sobrevivir y acabar emigrando a la ciudad.
Lo digo porque, viendo lo que se nos vende ahora, tal parece que en los “pueblos” ya puedes comer y sobrevivir simplemente admirando el paisaje y alargando la mano para coger la fruta de los árboles. Y si encima puedes dedicarte a la artesanía de lo que sea, o a hacer compota o mermelada para vender en los mercadillos, o tu empresa te permite el teletrabajo desde tu remoto domicilio, no necesitas nada más, ni pisar el barro de los caminos, ni pegarte madrugones para correr detrás de las vacas, eso que lo hagan los cuatro “fatos” que no se han enterado aún de la “vida moderna”.
Nos han estado engañando como chinos, ahora lo que se lleva es volver a la aldea, que es donde se puede vivir como un marajá, tranquilo y sin agobios de ningún tipo, paladeando un cafetito bien caliente sentado en la silla del corredor con una buena manta protegiéndote del frío.
Así que ya saben, todos a cerrar los pisos de la ciudad y a volver a casa de los “güelos”, que nadie pierda esta oportunidad porque aún nos queda mucho “panchón” para compartir (o eso nos quieren hacer creer).
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo