La caída del euro
El euro está inflado, puesto que su valor no guarda relación con la economía de la zona euro, la cual se encuentra endeudada y en recesión, lo que motivará que, antes de finalizar esta década, el euro sea devaluado o desaparezca.
La Unión Europea atraviesa una etapa de postración, motivada por una menor productividad, al trasladarse las empresas a otros lugares, y un elevado endeudamiento, originado por los gastos provocados por los fraudes laborales y de prestaciones, unido a menores ingresos, debido a la economía sumergida. Alemania está en recesión, Francia, Italia y España tienen una elevada deuda, la producción se reduce, el gasto aumenta, se destruye el tejido productivo; luego el valor real del euro no se corresponde al que actualmente tiene la economía de la UE.
El crecimiento económico se ha trasladado del Atlántico a la cuenca del Índico-Pacífico, por lo que las monedas de estos países pujantes India, Singapur, Vietnam, China, Corea-, que tienen un valor por debajo de su valor real, podrían revalorizarse, con un aumento sostenido. Si a esto sumamos la creación de una comunidad económica de países emergentes, los I3RICS, a los que se añadirían países de África Oriental, que está experimentando un fuerte despegue, y los del Asia meridional, con crecimiento sostenido, daría como consecuencia el nacimiento de una moneda común para los mismos, cuyo valor superaría al dólar y dejaría hundido al euro.
La UE no tiene margen de maniobra para la recuperación, puesto que tiene cada vez más gastos y menos ingresos, gastos originados por el fraude en prestaciones, como ocurre en Francia, Italia y España. ¿Por qué se hundió Grecia? Porque nadie pagaba el Impuesto de Valor Añadido, porque se cobraban pensiones fraudulentas. La decadencia de Francia comenzó con la infausta idea de Mitterrand de dar una paga a quienes tuviesen hijos, esto motivó una masiva inmigración del Magreb, al ser mantenidos por el Estado sin hacer nada a cambio, hijos que después viven de salarios sociales; esta política se extendió a Italia y España, con las mismas consecuencias, un elevado endeudamiento. Si a esto sumarnos que, en el caso de España, hay un gran fraude en las baja laborales, discapacidades, jubilaciones por enfermedad, salarios sociales y subsidios de paro, tenemos como consecuencia que la deuda no se va a poder reducir, puesto que para ello sería preciso que antes se erradicase el fraude, lo cual no se va producir. En el año 2012, técnicos del Ministerio de Trabajo de España alertaron de que cuatro de cada diez bajas laborales que revisaban eran fraudulentas; como los políticos no actuaron, el absentismo laboral se multiplicó exponencialmente, lo que supuso el año pasado un gasto de cuarenta mil millones de euros, que tienen que afrontar el Estado español y las empresas. El gasto en absentismo es el que más se ha elevado en las empresas, lo que, unido a la competencia desleal que les supone la economía sumergida, ha motivado el cierre de unas y el traslado a otros países de otros.
Italia y España son los dos eslabones débiles de la UE, puesto que tienen una alta tasa de paro y endeudamiento debido a la economía sumergida -en España supone un 24% del PIB-, y cuyo talón de Aquiles es el turismo. Si falla el turismo en Italia y España, se hunden, arrastrando a la UE.
Gran Bretaña votó Brexit para que no le siguieran robando y luego despilfarrarlo en subvenciones, que no han generado empleo -ahí está la Política Agraria Común para corroborarlo-, dinero que desaparecía en Italia y España, los principales perceptores de subvenciones, sin generar empleo ni tejido productivo.
Por lo tanto, la UE está ante una encrucijada, en la que el euro va a sufrir un descalabro, y la alternativa viable es que Holanda, Alemania, países nórdicos y bálticos conformen una nueva Hansa, libres del lastre que les supone Francia, Italia y España, como única alternativa para poder competir con el bloque de los países emergentes y con EE UU.
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