¿Solo un año más?
Lo único que podemos esperar en los albores de 2025 es una revolución que ponga el mundo patas arriba. La salud de todos, la prosperidad y la paz requieren el fin de esta sociedad basada en la explotación, en el afán de lucro y en la guerra económica, que acabará transformándose en guerra absoluta.
Los cientos de miles de millones que se acumulan en las arcas de unos pocos podrían utilizarse para el bienestar de la humanidad y de su planeta, libre de fronteras generadoras de nacionalismos, odios y guerras. No obstante, para que eso ocurra, tendremos que luchar constantemente, no nos lo darán por las buenas.
Sacar a la población de Valencia del fango en el que la volcó la anarquía del imperio empresarial de la construcción no necesitaría muchos más medios y dinero que lo que costaron ciertas obras arquitectónicas levantadas para que España pueda presumir de modernidad. Ni mucho más tampoco que ciertos aeropuertos "internacionales" vacíos, como el del "abuelo". Para que eso pudiese ser así tendría que caber la posibilidad de hacer sabrosos beneficios, y como no es el caso, que las inversiones las haga el Estado.
Los dirigentes económicos de las grandes multinacionales no son filántropos. Son depositarios de las inmensas posibilidades que la sociedad ha desarrollado a lo largo de su historia, sin embargo, son irremediablemente incapaces de ponerlas al servicio de la humanidad. Precisamente, las necesidades de la humanidad les interesan siempre y cuando ellos puedan sacar tajada, si no especular.
El interés general les importa poco, su única manera de prosperar está basada en la explotación de la clase trabajadora y de los recursos que la naturaleza les proporciona empeorando así la sima entre los más ricos y los más pobres, sean naturales de donde sean. Para ellos las fronteras no existen, solo las utilizan cuando les interesa o cuando quieren provocar guerras. Esa sima es un desprecio por la vida de las tres cuartas partes de la humanidad viviendo en la miseria.
No obstante, si la gran burguesía capitalista se niega a ponerse a disposición del conjunto de la sociedad, la clase trabajadora tiene la capacidad de poder llevarlo a cabo y con éxito. Es ella quien utiliza los medios de producción, no quienes los poseen actualmente. Pueden hacerlo arrebatándole el poder económico y acabando con la propiedad privada. Que solo es privada cuando amasa benéficos pero pública cuando necesita socializar sus pérdidas.
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