Santos inocentes
Superadas las inevitables citas de Navidad y Reyes, no estaría de más volver la vista a la realidad, aunque no sea tan amable, por más que algunos traten de disfrazarla para ofrecernos una imagen tan edulcorada como falsa. Las cosas distan bastante de ir bien en el planeta, y los problemas existen en todos los ámbitos: a nivel mundial, europeo, nacional, regional o local. Además son tan numerosos y variados que su sola enumeración haría demasiado prolijo el texto, por lo que voy a centrarme únicamente -y no es poco- en lo que nos toca más de cerca a los gijoneses. Me mueve a ello el próximo despropósito de eliminar el viaducto de Carlos Marx. Porque, vamos a ver, ¿cumple o no una función? ¿No lo atraviesan a diario cientos, miles de vehículos? Entonces, ¿por qué eliminarlo? A fuerza de reflexionar se me ocurren dos razones. La primera es que parece ser que el pasadizo también es vivienda, y de resultas de ello se acumulan bajo él bastantes inmundicias. Entonces, según mi teoría, que doy por buena a menos que alguien me saque de mi error, como no somos capaces de meter en vereda a los inquilinos, derruimos el edificio. Total, supongo que costaría cuatro perras levantarlo, otras cuatro demolerlo, y santas pascuas. Y la otra razón es la eterna sinrazón de los políticos. Existen mil ejemplos, y poco importan el color o la ideología. En Gijón teníamos una estación de tren en el centro y ahora la tenemos en la periferia, con un solarón ocioso para disfrute exclusivo de los perros. En la ampliación de El Musel se gastó lo que no está escrito ni acaso bastante juzgado para estropear los acantilados de la Campa de Torres y ganar otras explanadas ociosas. Ahora queremos horadar Jove para comunicar La Calzada con El Musel cuando existe un túnel en Aboño, y algunos también sueñan con soterrar el tráfico en el Muro. Y en cambio nadie se acuerda del túnel del metrotrén. ¿Será que los gijoneses, en vez de descender del mono, venimos del topo?
Lo peor de todo esto es que las cosas no suceden por casualidad. Ocurren porque nos gobiernan quienes no están capacitados para ello, y porque es como si nada nos fuera en el interminable rosario de desastres. Con el fútbol y la telebasura ya tenemos bastante. ¿Para qué preocuparnos de más? Nos comportamos como niños, pero no somos los santos inocentes de Delibes. Ellos no tenían salida. Nosotros sí, aunque no lo parece.
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