El Gobierno en "stand by"
Fue lo que ocurrió el pasado 28; iba a comenzar el habitual Consejo de Ministros de los martes cuando Puigdemont pulsó el botón de "pausa" y los 11 miembros y las 11 miembras del Gobierno quedaron paralizados en la antesala. Lo mismo que el AVE cuando sufre una avería en la catenaria y queda varado en mitad del páramo.
Los ministros y ministras distrajeron la inesperada espera comiendo pipas y pistachos. El discreto crepitar de cáscaras y frutos secos se interrumpía más o menos cada media hora cuando irrumpía Bolaños con resuelto aplomo para infundir flema y coraje cívico en la apocada asamblea: "Tranquiiilos, tranquiiilas, que la están peinando". Se retiraba Bolaños y cada ministro y ministra reanudaba donde la había dejado la interrumpida deglución de la pipa o el pistacho.
Arrullados por el ruido del mansísimo rumiar, se iban quedando traspuestos en el indeciso umbral de una extraña duermevela. Hasta que, a eso de las 12, Puigdemont levantó el dedo y los veintidós ministros y ministras del Gobierno de España entraron a Consejo y, en un pispás, firmaron donde les dijeron en el pliego llegado de Waterloo por correo electrónico. Y unos comentando y otros en silencio, de la triste alcoba todos se salieron.
Incluido el Presidente (por decirlo de alguna manera), que compareció radiante luciendo un elegante terno de luto riguroso, muy a tono con la gloriosa jornada que estaba oficiando. Le llenaba de orgullo y satisfacción haber conseguido, a base de "sudar la camiseta", sacar adelante "la casi totalidad" del decreto ómnibus: 29 artículos de noventa y pico.
Lo de "sudar la camiseta" es el eufemismo de Sánchez por "hematuria". "Haremos que orine sangre", había sentenciado Puigdemont como rúbrica a la primera investidura. Así ejerce el sedicioso y forajido su derecho de pernada sobre la gobernación de España; la erótica secesionista tiene aristas, la alianza con Puigdemont es necesariamente cruenta. Por lo demás, para entender que 29 es "la casi totalidad" de 100 hay que ser doctor en economía; pero esa es la peculiar aritmética con que Sánchez se proclama vencedor en las elecciones. Para los que somos de letras, el ómnibus se quedó en minibús o furgoneta de reparto.
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