A lo que hemos llegado
Y no, no estoy hablando de política, que podría... Lo cierto es que estoy hablando de relaciones de pareja. Y desde el estupor.
Perdiendo el tiempo en Instagram me encontré con una publicidad de una página web con el eslogan "¡Los infieles están asustados!" que dice verificar si el teléfono de tu pareja está registrado en páginas de citas. Páginas que, siendo yo informática, creo que tendrán una política de privacidad robusta, y no ha sido noticia que hayan sufrido vulneración alguna últimamente, como lo fue una de ellas hace años.
Intrigada, también desde el punto de vista profesional, con esta supuesta oferta, hago clic e introduzco mi propio número. Después de un supuesto análisis de si tengo el móvil registrado incluso en Airbnb, dicen haber encontrado a nombre de quién está el número, domicilio, fotos y vídeos, historial de ubicación, actividad en internet, sitios web de citas y cuentas. Eso sí... previo pago.
Podría llenar este diario explicando por qué es imposible que a través del número de teléfono se obtenga toda esta información, pero no voy a aburrir al lector. El quid de la cuestión es a lo que hemos llegado. Si una web existe, costando dinero ponerla en marcha y mantenerla, es porque funciona. Es decir, hay gente dispuesta a invadir la privacidad de su pareja, ya sea pagando o no, que es lo de menos, para saber hasta lo que busca en Google. No es cuestión de pasar de la informática al derecho, porque espiar el móvil de tu pareja sea delito, ya no voy a eso. Es que yo me pregunto, además, cómo se puede vivir así.
Solo hay que ver algún "reality" que tristemente está de moda últimamente para ver cómo se da normalidad a lo que no es normal. En un concurso que tiene lugar en una isla donde hay que sobrevivir, pescar y hacer fuego participa una pareja donde ella se queja de que él está rodeado de chicas en bikini. Que quizá las concursantes deben ir tapadas hasta el cuello a más de 40 grados. Gente enfadada porque su pareja habla con alguien. Sí, hablar. Todos conocemos a alguien, no importa el género, que vive dando explicaciones a su pareja y demostrando que realmente está donde dice, con quien dice, como un delincuente ante un tribunal.
Y reitero, ¿cómo se puede vivir así? No solamente la persona "controlada", sino quien la controla. ¿En qué grado de ansiedad y desasosiego pasa los días? ¿Realmente le compensa? Si te ha dicho que va al gimnasio, ¿qué te hace pensar que no? Si no confías en esa persona, ¿por qué estáis juntos? ¿No será un problema de autoestima en el que debes centrarte? Llevo doce años en pareja y ninguno le demuestra al otro si realmente fue a tal sitio o no...
Por otro lado, los incautos que hayan "picado" y pagado en esa web... ¿todo bien por casa?
Bonus: El sexo y el amor no tienen nada que ver... Pero poca gente está preparada para esa conversación.
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