Los viejos sobran en esta sociedad
Trámites cada vez más imposibles para los viejos, sea para hablar con Hacienda, sea para hablar con el banco, para entenderte con una compañía eléctrica o una compañía telefónica, reclamar, pagar, cobrar o, simplemente, para enterarte de qué van las cosas; todo está hecho para complicarles la vida a los mayores, no digamos a los más ancianos. Incluso para echar gasolina o pedir un menú se necesitan nociones informáticas. Ya nadie atiende a nadie. Ya ven la sanidad pública, listas de espera sin sentido, hasta para el médico de cabecera, ese que usan con más frecuencia las personas mayores, pues nada, otro atasco más a su lista de incomprensión y abandono.
Si necesitas asesoramiento sobre algo, ahora tienes que asesorarte para ver quién te asesora sobre el asesor: estamos como verdaderos tochas. La vida, con las nuevas tecnologías, en vez de ser más fácil, se complica, sobre todo para los mayores.
Todo se aleja del ciudadano. Ya los robots y las máquinas son quienes interactúan en un diálogo de besugos que suena todo a estupidez e insolidaridad. Convierten la vejez en una discapacidad para todo, los mayores necesitan de los hijos y nietos para entender este mundo insolidario y antinatural. Llamas por teléfono y se pone una máquina; incapaz de comprenderte, acabas por suponerte a ti mismo como inutilidad sin más. Acabas llamando a los hijos, estos acaban cansados también, con lo cual el círculo de la vejez como inutilidad está en marcha y sin freno. Ya nadie respeta a los viejos. Es destruir un puente por el que todos deberemos pasar: idiotas somos.
Tienes el teléfono como un añadido de ti mismo, pues ni con eso te puedes fiar de quién te llama a cada hora en busca de incautos para engañarles o defraudarles.
Les contaré una versión real, a ver qué opinan: llaman a mi mujer de la compañía eléctrica con contrato en vigor, saben que si no te das de baja se prorroga automáticamente; pues le dicen que está dada de baja, que hicimos un contrato con otra compañía, todo olía mal, a fraudulencia y desprecio por el cliente. Ni diciéndole por activa y por pasiva que nosotros no habíamos hecho ninguna portabilidad a ninguna otra compañía fuimos capaces de entendernos y convencer por teléfono de que era un error o un fraude. Repetía la interlocutora que lo entendía, pero que lo resolviéramos nosotros, que llamáramos a ver quién era esa nueva compañía y, luego de anular ese contrato con ella, volviéramos a llamar para hacer un nuevo contrato con la compañía de la que jamás había salido. ¡De locos! Como ven, un disparate hecho realidad. Llamamos para saber de esa nueva compañía, nos dio su nombre, pero en ella no contábamos como ingreso de nuevo cliente; de nuevo llamamos a la compañía con contrato en vigor cancelado o anulado por ella misma sin enterarse el cliente, nosotros; me preguntó si estábamos seguros de que no nos dimos de alta en ninguna otra compañía, que no dimos cuenta, ni consentimiento. ¿Cómo es posible que pueda ocurrir un caso así y deba ser el cliente quien demuestre y resuelva tal desaguisado? En este caso, y poniéndonos aún más serios, el nuevo agente de la compañía, un chico muy amable, sí accedió a arreglar tal dilema no buscado por nosotros, pero todo se soluciona a costa de un nuevo contrato que decía sería mucho más beneficioso. Confiando en el chico, firmamos sin mirarlo; visto después de revisado, nos entran serias dudas, esperaremos a ver dentro de un mes, pero me temo que nos la metieron otra vez sin calzador.
Es que no te puedes fiar de nadie. Si el mismo Gobierno nos miente para agarrarse al poder al precio que sea, no cumpliendo sus promesas electorales, las demás instituciones, empresas y particulares obrarán por simpatía.
Por eso recalco siempre que quien tiene que hacer cumplir la ley no puede saltársela, ya que luego a los demás, cuando sean igual de indecentes, con qué potestad y autoridad puedes corregirles, denunciarles y penalizar. Si das impunidad a corruptos, delincuentes y fugados para comprar el poder, qué más puedes hacer para destruir un Estado de derecho, pisotear la igualdad de todos ante la ley y respetar el poder judicial. Ya todo lo que hagas después es camino allanado a la perversión general.
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