Anita
Sí, yo conocí a Anita y después a lo corto o largo de mi vida me he encontrado con muchos y muchas Anitas. Vaya mi recuerdo a todas esas personas que sufren el mal de la tristeza y la melancolía.
Anita era una chica en edad de merecer, pero nadie se fijaba en ella. La naturaleza no fue muy generosa con su físico. El estrabismo le quitaba intensidad a su mirada.
Ahí viene la bizca, decían unos; tienes que salir de noche, como las lechuzas, decían otros. Los cuchicheos y los comentarios al pasar no le ayudaban nada en su autoestima.
Anita se fue escondiendo y apenas salía de casa. Se puso gafas y la llamaban cuatro ojos, y le mandaban ir a la capilla de Santa Lucía para que corrigiese su defecto. Se metían con ella y la dejaban aparte y sola.
En el colegio sufrió maltrato de sus compañeros y una palabra que todavía no existía en los años sesenta (buying). La maestra, con cuarenta niños y niñas de todas las edades en la escuela, no tenía capacidad ni tiempo para detenerse en un caso que no entendía.
Anita enfermó de melancolía y el mal de la tristeza se adueñó de su mente.
Su padre, viudo, le decía para darle ánimos: Anita, ánimo, cualquier noche puede salir el sol, pero para Anita la nube negra se acomodó en su cama y la depresión era cada vez más profunda y empujaba hacia abajo ("deprimere" en latín).
En los años sesenta los tratamientos del mal de la tristeza eran muy precarios y los efectos secundarios muy acusados. Anita comenzó a tener una niebla mental en que a las palabras les costaba un montón salir, tenía miedo, y empezó a tener ideas que se habían equivocado de cabeza. De ahí a oír voces pasó un tiempo muy corto, y Anita lloraba y lloraba.
Anita acabó en un psiquiátrico donde el tratamiento de los trastornos de la personalidad y de la melancolía era todavía el electroshock cada dos o tres semanas, y aún hoy Anita, en su vejez en una residencia, llora y tiene miedo.
Es Anita la que llora, dicen las cuidadoras. ¿Por qué lloras, Anita? ¿De qué tienes miedo, Anita?
Por eso, reflexiono y me pregunto qué sociedad de mierda es esta con tanta técnica cuando somos incapaces de cogernos de la mano cuando lloramos y tenemos miedo.
Voy a poneros dos estrofas de una canción de Joaquín Sabina que reflejan muy bien hoy en día el mal de la melancolía y el mal de la tristeza:
Cuando cierro la casa
porque me siento herido
Cuando es tiempo perdido
preguntarme qué pasa.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

