Ojo, la política no es el fútbol
Quienes como yo nacimos en aquella España que pretendía solucionar sus diferencias ideológicas a tiro limpio, cañonazos y bombazos, vemos con preocupación el rumbo que la política de aquí y de otras partes está tomando.
Algunos líderes de la política llegan al poder gracias al derecho de los ciudadanos a ejercer el voto, y cuando con él consiguen el poder confunden democracia y derecho a la alternancia política con el derecho a heredar, lo que hace que se conviertan en tipos vanidosos e engreídos, pasando a creer que, en lugar de haber caído sobre ellos la responsabilidad de gobernar para todos los ciudadanos del país que representan, más bien se comportan como si solo gobernaran para sí mismos y para el partido al que pertenecen, y eso no es gobernar, es mandar en plan chulo, porque lo digo yo, y porque el cargo que ocupo me lo permite. A eso siempre se le llamó dictadura, nunca democracia. Son demasiados los malos ejemplos que estamos viendo últimamente, aquí, allá y acullá.
Nací, como dije, en aquella España que no se había entendido a sí misma y había acabado a tiro limpio, y, aunque por mi edad ya estoy más próximo a irme que a seguir viendo los disparates que se cometen, aun así, tengo el temor de que nuestros descendientes se vean obligados a pasar por las calamidades que pasaron los de la generación anterior a la mía y como consecuencia los de mi edad en nuestra niñez y juventud. Ojalá el entendimiento impere sobre la tozudez y el orgullo ciego. La política no se debe entender en los términos del fanatismo futbolístico; en la política podemos perder todos mucho, en el fútbol solo sus seguidores.
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