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Paradoja lingüística

19 de Febrero del 2011 - José Ángel Aguirre González (Oviedo)

Hace pocos días todavía, el Senado español ha aprobado una norma que permite a los senadores de algunas comunidades autónomas hablar en el hemiciclo en las lenguas cooficiales del Estado (catalán, gallego, vasco, etcétera) y obliga a los demás senadores a proveerse de los pertinentes pinganillos, a través de los cuales los traductores oficiales les harán llegar lo que se está hablando en lenguas vernáculas, traducido al castellano...

En poco tiempo hemos logrado que lo más absurdo llegue a ser razonable: personas que pueden entenderse perfectamente en castellano se ven obligadas a utilizar traductores y pinganillos para entender las intervenciones que algunos se empeñan en hacer no en castellano, que es la lengua común de todos ellos, sino en las lenguas cooficiales existentes en algunas de nuestras comunidades autónomas.

Es como si con mi vecino rumano -con el que me entiendo perfectamente en castellano, ya que él lo ha aprendido casi a la perfección- tuviéramos que usar traductores y pinganillos para hablar en el rellano de la escalera. Absurdo, ¿no? Claro que él habla rumano y castellano en su casa (quiere que sus hijos sean fluentes en ambos) y yo hablo castellano e inglés en la mía (mi esposa es inglesa), pero en los espacios comunes los dos nos entendemos perfectamente en castellano, nuestra lengua común, sin necesidad alguna de pinganillos ni traductores.

Pero sus señorías, no. Ellos utilizan las lenguas de sus diferentes regiones en el espacio común del Senado. Eso, en castellano castizo, se llama rizar el rizo, marear la perdiz, ganas de tocar los c., y muchas otras expresiones por el estilo. Y lo peor de todo es que sus señorías lo hacen con total impudor, como si fuera la cosa más natural del mundo. A ellos imponer lo de la minoría a la mayoría les pone mucho. Y lo de lograr que lo ridículo y absurdo predomine sobre lo sensato y de sentido común les lleva al orgasmo.

Claro, ¡son tan importantes esos idiomas regionales en el complejo e interrelacionado mundo de hoy...! Por supuesto, mucho más que el francés, el inglés o el alemán... Estoy convencido de que muy pocos de tan plurilingües -en versión regional- señorías serían capaces de expresarse correctamente en uno de esos idiomas, hablados por cientos de millones de personas en diferentes partes del mundo. El alemán, por ejemplo, les serviría para mantener un intenso contacto con el Bundesrat (Senado) alemán, del que, dada su larga trayectoria, podrían extraer muchas y provechosas experiencias. El inglés les ayudaría para no quedar en ridículo y medio incomunicados en todos los encuentros a nivel internacional. El francés, sin ir más lejos, les ayudaría a comprender esa gran cultura tan próxima a nosotros...

Para terminar, permítanme que les cuente una anécdota. Justo cuando comenzaron sus señorías a utilizar los famosos pinganillos, estábamos mi mujer y yo pasando unos días de descanso en Tenerife. Una ligera indisposición nos llevó hasta el ambulatorio médico de la pequeña, pero muy turística, población de Adeje, en el sur de la isla. Los dos nos quedamos perplejos al leer en la sala de espera un cartel oficial del Cabildo de Canarias que advertía de que allí nadie hablaba ni francés, ni alemán, ni inglés y que cualquier paciente que no hablase español tendría que venir ¡acompañado de un intérprete...!

Por favor, es urgente: ¿alguien les puede explicar a sus señorías en qué mundo vivimos?

José Ángel Aguirre González

Oviedo

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